—Eres insoportable, Ethan— gruño furiosa mientras se levantaba del sillón después de apagarle la televisión que no estaba viendo y caminar con paso pesado hacia su habitación.
No era la primera vez en el año que Gabrielle creía que aquello sería tedioso e insoportable, pero no tenía dinero ni tiempo para buscar otro departamento donde tuviera una o un desconocido que le ayudara a pagar la mitad de todo como hacía Ethan, que podía ser un desgraciado, molesto, insoportable y tedioso compañero, pero era ordenado, limpio(cuando no quería molestarla) y pagaba con anticipación su parte, quizás por eso todavía aguantaba momentos como aquel, donde se ponía frente al televisor a ejercitarse en lugar de ir a su cuarto, con un programa al que no le prestaba atención, pero que el volumen era tanto que la distraía lo suficiente como para no poder pasar de página durante una hora.
Maldición, admitiría solo para si misma y sus pensamientos que Ethan podría llegar a ser un poco caliente, tenía un cuerpo atlético, media uno ochenta, tenía el cabello negro, piel pálida y ojos inexplicablemente grises. Era educado cuando la situación lo requería, cocinaba delicioso, aunque no le gustara mucho porque decía que le parecía injusto que aparte de cocinar, tuviera que lavar todo el solo. Tenía una sonrisa que cuando era sincera, podía hacerte sonrojar, pestañas largas y una mandíbula fuerte.
Sin embargo, todo eso se veía opacado por la actitud imposible que solía adoptar cuando había otros a su alrededor, y por la vida sexual promiscua que llevaba, podía ser precioso, pero era insoportable vivir con él, no le molestaba que él si pudiera estar con personas sin antes forjar un lazo emocional seguro, solo la fastidiaban los gritos que salían de su habitación frente a la suya cada que llevaba alguna acompañante.
Suspiró azotando la puerta a sus espaldas y tirándose boca abajo sobre su cama, acomodando el libro frente a ella al mismo tiempo que agarraba una almohada y la ponía debajo de su pecho, apoyándose para poder continuar con su lectura, el silencio no duro demasiado antes de que la puerta fuera insistentemente golpeada por el pelinegro.
—Gabrielle— dijo para seguido golpear cinco veces seguidas. —Gabrielle— repitió, golpeando nuevamente. Gabrielle gimió alto mientras enterraba el rostro contra la cama y pataleaba, quitándose el enojo antes de levantarse y casi arrancar la puerta al abrirla, gruñendo cuando Ethan salto un paso atrás antes de que su mano lo golpeara, sonriéndole y mirándola divertido.
—¿Qué? — gruño, cruzándose de brazos, su pie derecho golpeteando contra el suelo. —Estabas allí entrenando, vete por favor— pidió en vano, gimiendo y removiéndose cuando lo vio negar.
—Pero ya terminé, ¿qué hacías? — inquirió, pasando por su lado y adentrándose a su habitación. Gabrielle suspiro, obligando a su cuerpo a perder la tensión porque solo le haría mal a ella. —Huele extraño, quizás deberías ventilar un poco tu cuarto, ¿no? — molestó.
Giró en su lugar, soltando los brazos que cayeron a su costado y mirando a Ethan pasearse por su habitación, tocando todo y moviéndolo apropósito un milímetro más del lugar en el que estaban.
—Si vas a quedarte, no toques nada más— pidió, yendo tras sus pasos y volviendo a acomodar las cosas en su lugar, tomándolo de la muñeca y arrastrándolo hacía la silla frente a la mediana mesa rectangular que usaba como escritorio donde tenía su laptop, algunos cuadernos y frascos con lápices de colores, lapiceras y fibras. —Toma, compre estos para ti— dijo mientras revisaba los cuadernos y agarraba uno que era para niños para colorear, entregándoselo a Ethan que procedió a tomarlo mientras echaba todos los colores sobre la mesa.
Suspiro con dolor al verlo tirar también el frasco de lapiceras y fibras, mezclándose antes de que él comenzara a colorear, sacudió la cabeza y no le dio mucha importancia al torso ahora desnudo del pelinegro, no queriendo saber dónde estaba la camiseta que llevaba puesta hace minutos cuando lo dejo en la sala de estar. Volvió sus pasos hacía su cama y esta vez se sentó contra el respaldar, subiendo sus rodillas y colocando el libro allí.