Todo pasa,
todo el mundo me dice que todo pasa,
pero nada pasa,
porque hoy de nuevo tengo doce años
y mi piel arde, quema y arde,
en ese orden,
cuento, uno, dos, tres, cuatro, cinco... cien
pero nada pasa,
y estoy gritando, grito muy fuerte,
pero mamá no me escucha,
papá tampoco,
quizás durmieron con la televisión prendida,
¿Dónde está mamá? ¿por qué no viene a salvarme de este monstruo?
sigo gritando, pero nadie escucha,
yo tampoco me escucho,
estoy gritando, pero no logro gesticular ninguna palabra, mis labios no se despegan y no emito ningún ruido,
¡pero estoy gritando!
y me estoy moviendo, me muevo para alejarme de las garras de él,
me muevo, sé que me estoy moviendo,
pero nada pasa porque él sigue quemándome con sus dedos mi piel,
la piel que mamá llenó de crema horas antes de ir a la cama,
sus uñas me arañan,
se incrustan en mí,
arde, arde mucho,
estoy llorando,
pero no hay ninguna sola lágrima,
estoy gritando, me estoy moviendo, estoy llorando y estoy corriendo,
pero sigo quieta en la cama,
como si estuviera dormida,
dándole la espalda a ese terrible monstruo,
y pienso, ¿ quién es él y porqué esas garras desconocidas son unas manos conocidas para mí?
sigo contando,
doscientos veinticinco, doscientos veintiséis, doscientos veintisiete,
pero ahora me doy cuenta que no tiene sentido contar,
porque cada vez siento que estoy siendo cocinada en una enorme olla de una bruja malvada.
Quizás es una pesadilla,
es una pesadilla me digo a mi misma,
solo un mal sueño,
él no podría hacerme eso,
él me quiere,
las personas que quieren no te hieren,
mamá me dice que nunca me deje tocar por nadie,
me siento mala hija,
debería callarme.
Veo los minutos pasar por el reloj pegado en la pared
veo el sol asomándose por mi ventana y no he dormido nada.