La mañana en que Mariana decidió que tenía suficiente de su cuñada fue la misma en que el cielo amaneció más despejado que nunca.
Mariana siempre supo que su novio no era tanto su novio como ella quería creer. La clase de hombres con los que solía relacionarse abusaban emocionalmente de ella a costa de sus 80 kg, su orfandad, sus estudios truncados y su ansiedad por la comida. Y Javier no era la diferencia.
Le gustaba que ella estuviera dispuesta a todo por él. Que pudiera limpiar, cocinar, lavar y remendar. Pero, como podrías imaginar, él nunca estaba dispuesto a nada por ella. Aun así, ella se decía enamorada y esperaba que su amor pudiera cambiar su situación algún día.Contrario a lo que suele suceder, Javier decidió dar el paso más grande en su relación llevando a Mariana a vivir con él. Una lástima que él viviera en la casa de su madre, con ella y su hermana.
Pero alguien tan resiliente (estúpido, ingenuo, idiota) como Mariana no vería el problema en ello. Para ella, esto solo era una muestra de las intenciones de seriedad para la relación, por parte de Javier.Alejandra era la hermana menor de Javier y ya llevaba 28 años robando aire en el mundo. Ella no era bonita, ni agradable, ni hábil, ni hacendosa, ni más útil que una ventana en un submarino.
No podía hacer sopa instantánea sin dejar diez trastos sucios. Y no lavaba ni uno de ellos.
Podía pasar diez días sin bañarse y otros diez sin lavar su ropa.
Se sobrevivía de su madre, quien limpiaba y lavaba todo lo que ella dejaba detrás. Hasta un día de Abril en que partió a un mejor lugar, y dejando su herencia dividida entre sus dos hijos, incluida la casa.Después de esto, estaba claro que Mariana se volvería la encargada de mantener el orden que, si antes era poco, se convirtió en inexistente cuando su suegra falleció.
No solo debía cocinar, lavar, barrer, también tenía que atender a las mascotas, aguantarse las críticas de Alejandra sobre su físico, recoger lo que dejaba botado y mantener una actitud servicial ante sus exigencias, además de pagar sus porcentajes de los servicios del hogar.
La situación era desesperante, pero ella se mantuvo serena para evitar caer en la locura. Después de todo, el amor de Javier valía la pena.Aun cuando cayó enferma de una neumonía en año nuevo y pasó todo el mes de enero padeciendo diferentes males y sin nadie que cuidase de ella, seguía soñando que Javier la amaba.
Tendida en la cama, había de arrastrarse para poder ir al baño mientras Javier jugaba videojuegos en el salón. Pero estaba bien para ella, él pagaba sus medicamentos y con eso él hacía suficiente, claro.En medio de su enfermedad, una luz se encendió en la oscuridad: una espera le aguardaba a siete meses de distancia, la causa de su malestar. Aunque ahora debía lidiar con una neumonía y las constantes náuseas matutinas, no podría sentirse más esperanzada.
Sin embargo sería la única en sentirse así y finalmente aceptó que Javier tenía razón en decir que ese no era un buen momento para recibir a alguien más en casa, ella no estaba lista para ser madre, su relación podría arruinarse para siempre, tendría que irse del lugar, pues, no había espacio para otra alma en esa casa y quizá ellos no se volvieran a ver pronto o nunca más. Si lo interrumpía todo sería bueno. Ambos serían felices, buscarían un nuevo hogar y entonces formarían una familia. Por supuesto que él tenía razón, así que ella tomó la nada coaccionada decisión de interrumpir su espera y al tiempo también sanó su neumonía.
A penas, un mes después, Alejandra resultó en espera. Para ella sí había espacio. Ella no tenía nada que perder y un niño llegaría para principios de noviembre.
Por la misma fecha, descubrió que Javier se había hecho una vasectomía y esto fue lo último de lo que Mariana sería consiente.
Algo se había reconectado en su cabeza. La venda se había caído y los cables que habían pasado 25 años desconectados de pronto parecían estar de vuelta en su lugar.Esa mañana el sol era cálido, el cielo azul, el aire fresco y una idea turbia. Tomaba una tibia ducha, como todas las mañanas entre siete y ocho de la mañana, cuando Alejandra golpeó la puerta del baño violentamente, exigiéndole darse prisa, pues ella tenía que tomar un baño.
Alejandra no trabajaba, no estudiaba, vivía de la herencia de su madre y dormía todo el tiempo, cuando no estaba comiendo, por lo que podría bañarse cualquier día a cualquier hora, pero, para su propia desgracia, escogió ese horario, el horario de Mariana.
La idea turbia se tornó clara.Mariana decidió que tenía suficiente de esta vida. Y se le ocurrió qué si Alejandra no existiera, ella y Javier podrían ser felices para siempre, siendo Javier el único dueño de la casa y ella el ama de esta.
Salió del baño y fue a la cocina, donde Alejandra tenía la mermelada abierta con dos cucharas dentro, dos panes quemados en la tostadora y un trozo de mantequilla en el piso. Comenzó a quejarse de lo mucho que Mariana se bañaba. No era necesario bañarse todos los días, menos tardarse 15 minutos enteros para salir igual de morena que siempre.Después de solo dos minutos, Alejandra ya se había quedado completamente en silencio. La casa estaba tan silenciosa que podría escuchar las pulgas del perro brincando de un lado al otro.
Mariana nunca había tenido tanta claridad en su vida. Pensó mucho en esos dos minutos: Javier no la amaba, él no valía la pena, ella no tenía por qué quedarse en ese lugar. Pero él la había hecho matar dos veces, la primera a su bebé y ahora a Alejandra.
¿Qué debería hacer ahora? ¿Matarlo también? No, no, su castigo tenía que ser más duro, perpetuo. No se desharía de ella tan fácil. Se quedaría a su lado y ese sería su castigo.Cuando él llegó, el piso estaba muy limpio, como nuevo. La cena preparada y la mesa puesta. Mariana le contó que había iniciado una dieta y que se disponía a terminar sus estudios. Quería cambiar su vida y convertirse en una mejor persona. Él no podría estar menos interesado, pero incluso tenía que admitir que había algo diferente en la forma en que hablaba. Parecía intrigado por este cambio de actitud. Se decidió a creerle y esperar lo mejor, sobre todo porque, extrañamente, no comió un bocado del guiso de carne desmenuzada que había cocinado esa noche.
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Historias cortas para matar el tiempo.
RandomUna recopilación de historias cortas autoconcluyentes, basadas en hechos reales. Dedicada a explorar la complejidad de las relaciones humanas, la dualidad moral y las complicaciones de la convivencia social humana, esta recopilación recrea las vive...