Ambos niños estaban ansiosos por celebrar Halloween juntos. Durante la semana antes de la noche de disfraces, pasaron horas en la casa de Jeno, recortando calabazas, preparando decoraciones y planeando sus disfraces.
Finalmente, la noche de Halloween llegó. Los dos amigos se encontraron en la casa de Jaemin, con sus disfraces listos. Jaemin se había disfrazado de un vampiro mientras que Jeno se había disfrazo de un fantasma con una sábana blanca, aunque en realidad lo hacía con el fin de que nadie viera su nariz.
Ambos niños se encontraban sentaditos en el sofá esperando a que la hermana mayor de Jaemin, Irene, bajara para llevarlos a pasear entre las calles y pedir dulces.
— Nono, así no puedo ver tu cara — dijo Jaemin con un pequeño puchero en sus labios.
— Puedes ver mis ojos — respondió serio, al no tener a la vista todo su rostro, parecía que estaba enojado.
— Pero quiero verte a ti, completo —
Jeno dejó de lado la calabaza de plástico que tenía para pedir dulces, tomó un extremo de la manta y la levantó, permitiendo que Jaemin viera su cara.
— A-así? — balbuceó
Jaemin asintió euforicamente y se acercó a abrazar a Jeno, su manera de demostrar su emoción era a través del contacto. Le gustaba darle piquitos a Jeno en sus mejillas, su rodilla lastimada y su cabello.
— Jaemin, Jeno, vamonos niños — sonrió con dulzura al verlos abrazados en el sofá de la sala.
Ambos asintieron y tomaron su calabaza cada uno, luego se dirigieron a las casas de sus vecinos en busca de dulces. Jeno, que no estaba acostumbrado a esa tradición, observaba con asombro mientras los vecinos les daban dulces.
Se rieron mientras caminaban por las calles decoradas con calabazas iluminadas y luces parpadeantes. Pasaron por una casa en el vecindario, donde también daban dulces, pero algunas personas disfrazadas saltaban de repente para asustarlos. Jeno se aferró a la mano de Jaemin y este solo volteó a verlo para tranquilizarlo.
— Son de mentira, además estás conmigo y yo voy a protegerte — habló Jaemin — No te asustes, nono —
Irene había quedado de verse con su mejor amiga, Seulgi. Ambas chicas estaban cuidando de sus hermanitos esa noche, el hermano menor de la otra chica se llamaba Renjun y tenía la misma personalidad de Jaemin.
A Jaemin comenzaba a fastidiarle un poco que el también tomara la mano de su nono, pues era su amigo y no suyo.
— Mi nombre es Renjun, pero tu puedes decirme Ren — el niño ahora se había integrado a su pequeño espacio con el fin de hacer más amigos, pero a Jaemin le representaba una amenaza.
Desde los ojos de Seulgi e Irene se veía como una pelea de pequeños cachorros peleando por un hueso, pues solo tenían cinco años y ya estaban peleando por nada.
Jaemin aún sostenía la mano de aquel fantasmita que apenas y veía el camino — Nono, quieres bombones? —
Jeno negó y siguió su camino, por su parte, Renjun estaba deseando tomar la mano de aquel chico fantasma. Y así fue, quería sentirse parte de los amigos que había echo esa noche.
— NO! Tu no puedes agarrar a mi nono — gritó Jaemin, estaba enojado de que alguien más tomara de la manita a su amigo.
— Jaemin, Renjun también quiere ser amigo de ustedes — Irene se puso en cuclillas para poder ver el pequeño rostro de su hermano, estaba enojado y apunto de hacer un berrinche.
— Vamos Jaemin, no te pongas así pequeño, Nono puede estar con ambos — agregó Seulgi.
Renjun miraba la escena sintiéndose enojado también, que se creía ese niño feo para prohibirle hablar con Jeno.
Las chicas decidieron seguir, pero ahora Jaemin se encontraba con el ceño fruncido y un puchero en sus labios, pues seguía molesto de que aquel niño se le acercara tanto a SU amigo.
Finalmente. a las casi 11:30 de la noche, Seulgi e Irene habían decidido marcharse a sus casas. Renjun se encontraba dormido entre los brazos de su hermana, Jaemin estaba tambaleándose de sueño solo evitando dormirse para que Renjun no tuviera que quedarse con su amiguito, y Jeno solo trataba de mantener sus ojitos abiertos.
— Es hora de irnos a casa, pequeños monstruos — Irene decidió caminar solo un poco más, pues su casa ya no estaba lejos de ahí y además los padres del otro pequeño irían a recogerlo en un par de minutos más.
Cuando llegaron, Jeno y Jaemin decidieron acostarse en el sillón. De inmediato Jeno cayó dormido y ahora parecía imposible despertarlo, Jaemin entrecerraba sus ojitos pero aún faltaba algo.
Bajó del sillón y fue hasta su cuarto para bajar una pequeña manta, Irene lo observa desde la cocina, curiosa de que es lo que haría.
El menor volvió a subir al sofá y ahí acomodó un par de cojines en la cabeza de Jeno para que durmiera mejor, también puso la manta sobre ambos y finalmente cerró sus ojos dispuesto a dormir.
Cuando los señores Lee llegaron a casa de los Na, Irene atendió la puerta en silencio, tratando de no despertar a los niños.
— Se quedó dormido — susurró la joven a los adultos.
— Podemos cargarlo hasta el carro, no hay problema. Muchas gracias, Irene, él nunca había querido salir de casa en estas fechas hasta que Jaemin lo invitó — ambas partes sonrieron.
La señora Lee entró a la casa y observó la escena más tierna, su hijo abrazado de Na Jaemin mientras ambos se cubrían con una mantita de color azul pastel.
Tomó a su hijo para llevarlo hasta el auto y pudo ver como Jaemin se retorcía en busca del menor.
— Jaemin, vamos a la cama, si? — Habló su hermana, pero el pequeño parecía inconsciente.
Los papás de Jeno se despidieron, dejando a ambos en la tranquilidad de su casa y a Irene con dolor de cabeza luego de que su hermano se depertara para comenzar a llorar después de ya no ver a Jeno.
Hasta que después de unos minutos, volvió a dormirse por el cansancio.
Su hermana pensaba que Jaemin era celoso y apegado a aquel niño, no sabía la razón por la que su hermanito siempre quería estar a lado de él.