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Cuando termino de hablar, Allan solo me mira sin parpadear, procesando la nueva información

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Cuando termino de hablar, Allan solo me mira sin parpadear, procesando la nueva información.

—Wow —suelta—. Eso es… Lo siento mucho, no… no puedo creerlo.

—Se siente como una pesadilla —murmuro.

—¿Van a hablar con Bill o…?

—Sí —dice Marcos de inmediato—. Merece saber. No podemos ocultárselo.

Asiento.

—Tienes razón. Bill merece saber quienes somos y lo que pasó con… —Trago saliva— con Isabel.

—Pero tal vez podríamos esperar unos días. Intentar amigarnos con la idea.

—Sí, suena como un buen plan.

Me da un beso en la frente.

—Iré a dormir. Estoy agotado. Descansa, enana.

—Descansa.

—Adiós, Allan.

—Adiós.

Lo observamos desaparecer en su habitación. Allan suspira y no tarda en envolver sus brazos a mi alrededor.

—Todo estará bien —me dice al oído—. Te lo prometo.

—Es difícil creerlo ahora. Todo… todo se derrumbó y no sé si… no sé quién soy o qué quiero. Pasé toda mi vida intentando hacerme la idea de que mis padres me odiaban y ahora… —Sacudo la cabeza—. No sé qué hacer.

—No tienes que decidir nada ahora. Pero quiero que sepas algo, Mica. Estás destinada a volar muy alto, solo no puedes verlo.

—No sé cómo hacerlo.

—No te preocupes. Yo te ayudaré hasta que aprendas a volar.

—¿Y después?

—Después volaremos juntos, lado a lado. ¿Te parece bien?

—Sí —susurro.

Él sonríe y besa mi frente.

—Ahora creo que deberías descansar.

Asiento presionando mi rostro contra su pecho.

—Tienes razón. Estoy exhausta.

—¿Quieres que me vaya? —susurra.

—No. No, por favor, quédate. Te necesito.

Lo siento tragar saliva.

—Bien. Puedo dormir aquí y en la mañana…

—No. Quiero que duermas conmigo. En mi cama.

Allan no dice nada por varios segundos, y cuando lo hace su voz suena más ronca de lo normal.

—Está bien. Claro. Ven, vamos a dormir.

Nos ponemos de pie y lo dejo llevarme a la habitación. Él se quita los zapatos y cuando veo que va a dormir completamente vestido frunzo el ceño.

—¿No vas a estar muy incómodo así?

Él enrojece.

—Eh…

—Quítate la camiseta al menos.

Él abre la boca como si quisiera refutar pero al final asiente y se la quita. Me arrepiento de habérselo pedido en cuanto veo su torso desnudo. No es la primera vez que está así frente a mí pero aún así mi cuerpo reacciona. Me aclaro la garganta y me volteo. Finjo buscar algo mientras intento calmar mi corazón acelerado.

Cuando estoy más tranquila y me acerco a la cama, descubro que Allan ya está acostado y tapado, lo que es un alivio.

Me acuesto junto a él y no me atrevo a mover ni un músculo. No es hasta que él se aclara la garganta que lo miro.

—¿Puedo…?

Oh. Quiere abrazarme.

Mis ojos se llenan de lágrimas y se me escapa un sollozo mientras asiento. Él me envuelve en sus brazos y coloca mi cabeza sobre su pecho. Puedo sentir su corazón latir con fuerza, como nunca lo había sentido. Y se siente bien. Correcto. Como si aquí es donde tuviera que estar. Como si fuera mi lugar.

Y así, escuchando el sonido de su corazón mientras su mano acaricia mi espalda, me quedo dormida.

Hasta que aprendas a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora