(Se recomienda leer después de Hasta que las estrellas dejen de brillar pero no es necesario para entender la historia).
Cualquiera que ve a Allan White piensa que su vida es perfecta y que no hay dolor en su corazón, pero la verdad es que solo fin...
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Mirar a Mica dormir me da una paz que jamás creí poder experimentar. Es casi hipnotizante la forma en que su pecho se mueve con cada respiración y los mechones cortos de cabello le rodean el rostro. Su expresión es pacífica, todo lo contrario a lo que era anoche, y todo lo que deseo es que siga así para siempre.
Con cuidado de no despertarla salgo de la cama. Sonrío al ver como no tarda en reemplazarme con una almohada. Me pongo una camiseta y luego voy al baño a hacer mis necesidades. Estoy a punto de volver a la cama cuando oigo ruido en la cocina y decido que tal vez podría ser de mayor ayuda si voy allí.
Marcos está preparando un sándwich dándome la espalda. Me aclaro la garganta y él se sobresalta.
—Me cago en… —Se detiene cuando me ve—. Oh. Te quedaste a dormir.
—Espero que no sea un problema. Mica dijo que…
—No. Claro que no. ¿Necesitas algo?
—No. De hecho me preguntaba si no necesitabas ayuda con el desayuno.
Su ceño se frunce un segundo pero al final asiente, algo confundido.
—Claro. Puedes hacer café.
—Genial. —No tiene cafetera así que voy a tener que hacerlo a la antigua—. ¿Con leche o negro?
—Con leche y tres de azúcar.
Nos sumimos en un silencio algo incómodo en el cual cada uno hace su tarea sin siquiera mirar al otro. Okay, esto no era lo que planeaba. Abro la boca para hablar pero él lo hace primero.
—Entonces… tú y mi hermana, eh. ¿Cómo va eso?
Me aclaro la garganta con las mejillas repentinamente encendidas.
—Bien. Va muy bien. Mica es increíble.
—Lo es. —Se gira para mirarme y aunque sus ojos siguen rojos y parece exhausto logra lucir amenazante—. Sabes que te destruiré si le haces daño, ¿no? Quiero decir, sé que entrenas y estás en buena forma pero Mica es mi vida. Haría lo que fuera por ella.
Casi sonrío. Casi.
—Es bueno saber que la amas tanto pero no planeo lastimarla. Mica es… es especial. Tiene una manera de ver el mundo que me hace sentir vivo. Todo lo que quiero es tenerla cerca, protegerla, amarla.
Los dos abrimos mucho los ojos.
—¿Amas a mi hermana?
Me tomo un momento para responder. Antes de Mica creía que amar otra vez era imposible. Estaba demasiado sumido en mis miedos como para siquiera intentarlo. Pero ahora ya no tengo miedo, o al menos no dejo que me defina. Ahora sé que amar no solo conduce a sufrimiento, y que incluso si lo hace lo que importa son los buenos momentos. Y con Mica tengo tantos. Cada segundo que pasamos juntos es un momento que quiero atesorar en mi corazón para siempre. Desde ver películas y cocinar hasta cosas más elaboradas como una cita con temática de Harry Potter. Todo es importante porque está ella. Porque ella lo hace todo especial y único.
Y quiero más de esto. Quiero más risas y besos con sabor a chocolate durante mucho, mucho tiempo. Durante toda la vida, si es posible.
El pensamiento me aterra pero también me hace sonreír.
—Sí, amo a tu hermana. ¿Cómo podría no hacerlo si es tan…? —Batallo para encontrar una palabra que pueda describirla. Mica para mí siempre fue un pájaro en busca de libertad, de extender sus alas y volar, pero no estoy seguro de que sea una buena idea decirle eso a su hermano—. Tan ella.
Marcos sonríe.
—Es realmente increíble, ¿verdad?
—Lo es. —Me aclaro la garganta—. Aún no le he dicho que… ya sabes, tal vez podrías…
—¿Quedarme callado? No hay problema. Solo asegúrate de decírselo pronto.
—Lo haré. Lo prometo. —Dejo una taza de café sobre la mesa—. Y ¿Marcos?
—¿Sí?
—Sé que no somos cercanos y apenas me conoces pero… estoy aquí si necesitas hablar. Me imagino que es una situación difícil.
Él me mira durante varios segundos sin decir nada. Luego me extiende un plato con un sándwich y señala la silla más cercana a mí con la cabeza.
—Siéntate —dice y lo hago para que al fin se abra.