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-¿Por qué remolacha? -pregunta la de cabello largo oscuro y grandes ojos, con la boca llena de galletas azucaradas que Yerim trajo de la tienda de la señora Jo, a su petición.

-Esa chica tenía el cabello rosa, jamás en mi vida había visto algo igual. -mastica su cereal de mala gana y niega a la vez, con la viviente imagen de esa molesta chica aún en su cabeza.

Era la mañana del día siguiente y recién le estaba contando el extraño acontecimiento que tomó lugar ayer en su nuevo trabajo.

Kahei temió por su vida y decidió no salir de su habitación la noche anterior cuando la chica llegó echando fuego y gritando; 'Estoy harta de mi trabajo, no sabía que discutir con una remolacha arruinaría mi vida'.

Se lo había tomado tan literal que de verdad llegó a creer que la chica había discutido con un inocente vegetal, proponiendose que después le preguntaría si consumía algún tipo de sustancia de dudosa procedencia. Pero es que nada le sorprendería de la coreana.

Sus emociones eran como una montaña rusa y desgraciadamente ella era testigo de muchas, con la llegada del virus y la pandemia, Yerim había perdido su empleo en donde ganaba buen dinero y no podía ver a sus familiares por todas las restricciones, quedándose estancada en ese pequeño apartamento junto a su ex.

Porque si, Wong Kahei era su ex y le había permitido quedarse hasta que las cosas mejorarán tanto en la sociedad como en la economía, después de todo, a ella tampoco le estaba yendo del todo bien y habían terminado su relación en el mejor de los términos.

Incluso las dos parecieron olvidar rápidamente que algo entre ellas había ocurrido en el pasado, concentradose en salir adelante y sobrevivir a cualquier crisis que pudieran tener por el encierro.

-Sin embargo, fuiste un poco mala con ella, debiste entender su situación y ponerte en tus zapatos -se puso de pie para colocarse detrás suyo y empezar a dar un masaje en su espalda
-podría pasarte a ti, o a mi, y eso conllevaría a contagiarnos de algo que nadie quiere, ¿verdad?

Su voz suena suave, no pretende empeorar más el estado de ánimo de la otra.

Suelta un suspiro y la culpa carcome su coraje.

-Tienes razón -corresponde después de unos segundos un poco más relajada -no debí ser tan cruel e idiota...

-Si vuelves a verla podrías disculparte.

-Posiblemente.

La conversación termina ahí, los jueves eran los descansos para Yerim pero para Kahei no, lo que significaba quedarse sola en busca de algo con que distraer su mente.

La conversación termina ahí, los jueves eran los descansos para Yerim pero para Kahei no, lo que significaba quedarse sola en busca de algo con que distraer su mente

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