Único.

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Los 21 centímetros de diferencia que ahora existía entre ellos tomó por sorpresa a Chuya la primera vez que se volvió a encontrar con Dazai. Para su disgusto, el castaño siempre fue más alto que él, pero creció todavía más desde la última vez que lo había visto, cuando creyó que a sus 18 años había alcanzado el tope pero ahora a los 22 le demostraba lo contrario. Mientras tanto él... Bueno, seguía en los 160 centímetros.

Por supuesto que Dazai se burló de este hecho. Como su relación durante la adolescencia trataba de ellos burlándose del otro hasta en la más mínima cuestión, el tema de la altura siempre había sido algo presente entre ellos. Especialmente por la parte de Dazai, que encontraba especialmente divertido la corta estatura de Chuya y siempre le decía que su proceso de crecimiento se había estancado. Y bueno, parecía que había adivinado el futuro.

En realidad, todas las burlas eran para ocultar los verdaderos sentimientos de Dazai. Cuando se dio cuenta que el cariño que sentía por Chuya iba más allá del compañerismo y del descanso que sentía su alma por finalmente tener a alguien de su edad en la mafia con quien convivir, ya había forjado esa extraña relación con Chuya donde demostraban su preocupación por el otro mediante insultos.

Por el lado de Chuya los sentimientos eran recíprocos, pero él tardó más en darse cuenta. Supo que era amor cuando su corazón se rompió en mil pedazos el día que Dazai dejó la mafia, causándole un dolor que casi le impedía respirar y no podía equiparar con nada que hubiera experimentado antes. Salir de eso fue duro, pero de alguna manera lo logró. Y tuvo que lidiar con saber que Dazai había sido su primer amor justo cuando este se le escapó de las manos.

El día que se volvieron a encontrar, no supo muy bien qué sintió. Una parte de él sentía alegría por ver que Dazai estaba bien, pero también se sentía mal de ver que probablemente estaba mejor que durante su tiempo en la mafia, cuando estaba a su lado. Además, su mirada había recuperado su brillo, pero sentía que no lo conocía. Cuatro años no habían pasado en vano, después de todo.

En cambio, Dazai sintió que nada había cambiado, incluyendo la estatura de Chuya. Por supuesto que ese fue el primer comentario que le hizo después de haberlo abandonado por cuatro años. Cuando vio la molestia de Chuya y que este comenzaba a gritarle e incluso darle un puñetazo lo suficientemente suave para no lastimarlo, pero también lo suficientemente fuerte para que le doliera, el descanso vino para su alma. En el fondo, su relación seguía siendo la misma.

Por eso fue tan fácil reconstruirla. Después de la ira inicial, se sentaron a hablar tranquilamente, confesando cada uno los demonios que habían cargado por años y aclarando los rumores del pasado, sentando las bases para un tan anhelado nuevo comienzo en el que regresaban a estar juntos, aunque de manera diferente a la anterior. Después de todo, ¿Cómo no iban a extrañar a la otra mitad de su alma?

Fue Chuya quien tomó la iniciativa, y agradeció los 21 centímetros de diferencia entre ellos el día que le confesó su amor a Dazai, porque le permitía esconder su rostro con más facilidad. Se sabía un hombre sensible y usualmente no tenía problemas con eso, salvo cuando se trataba de Dazai. Como era de esperar, cerca de él sus emociones se ponían a flor de piel, especialmente los nervios que empeoraban en demasía.

No supo ni cómo Dazai entendió su confesión, pero lo hizo. Y, una vez más, agradeció los 21 centímetros de diferencia cuando llegó el tan ansiado por ambos primer beso. Pararse de puntitas para alcanzar los hombros de Dazai y agacharse para que su rostro encontrara el de Chuya era una situación que a ambos les parecía increíblemente romántico y que encajaba perfectamente con su manera de ser.

Los 21 centímetros de diferencia también eran de utilidad cuando salían. Dazai estaba encantado en cómo podía envolver la mano de Chuya con la suya, cómo podía abrazarlo por detrás y colocar la barbilla sobre su cabeza, y cómo tenía la altura perfecta para depositar besos en su frente. Por supuesto, también eran de utilidad para molestarlo, señalando cosas que sabía que Chuya no podía ver debido a su altura, o agacharse más de lo necesario cuando hablaba con él. Cada vez se ganaba un merecido golpe, pero nunca dejaría de hacerlo.

Cuando se mudaron juntos, Dazai finalmente demostró ser de utilidad para Chuya. Gracias a esos 21 centímetros de diferencia fue el encargado de organizar todas las cosas en los estantes más altos, aunque para vengarse por hacerlo trabajar dejó las cosas favoritas de Chuya en la parte de atrás de dichos estantes. Afortunadamente, después de un par de patadas el castaño reaccionó y las puso en lugares que fácilmente alcanzara su pareja.

Pero no todo era tan malo con Dazai, quien también aprovechaba esos 21 centímetros de diferencia entre ellos para dejarle notas adhesivas con mensajes cursis alrededor del departamento en lugares que sabía no podría alcanzar. A pesar de la vergüenza que le causaban, a Chuya le encantaba el gesto.

También le encantaba llegar a casa y ver ambos pares de zapatos juntos, exponiendo los 21 centímetros de diferencia. También amaba cuando Dazai le preguntaba si sabía que podía pedirle a su novio que le pasara lo que fuera que estuviera buscando cuando lo encontraba batallando con la parte más alta del refrigerador. Y, no iba a mentir, amaba ver cómo Dazai tenía que agacharse para pasar por los marcos de las puertas del departamento, aunque probablemente amaba más cuando se olvidaba de hacerlo y se golpeaba la frente.

Chuya tenía la ventaja durante los meses más fríos del año. A diferencia de Dazai, él podía tomar prestados los suéteres de su pareja y envolverse en ellos. A Dazai dicho gesto le encantaba. Por el bien de no recibir un puñetazo en la cara jamás se lo diría directamente, pero creía que Chuya se veía increíblemente adorable con las mangas cayendo más allá de sus puños.

Pero Dazai tenía la ventaja durante los besos. No conocía el punto de vista de Chuya, pero nada lo haría cambiar de opinión. Ver cómo lentamente los ojos azules se abrían después de besarse y observar desde la altura cada centímetro de ese delicado rostro sonrojado enmarcado en el cabello pelirrojo por el que acababa de pasar sus dedos se sentía como el cielo para él y no lo cambiaría por nada.

Por su parte, Chuya estaba seguro que la mejor parte de los abrazos se la llevaba él. No es que quisiera volver de su relación una competencia, pero sentirse arropado en cada parte de su cuerpo, poder sentir la calidez de su pareja en cada centímetro de su piel, ocultar el rostro en el pecho ajeno y pararse de puntitas para acomodar su cabeza en el hueco que se formaba entre el hombro y cuello de Dazai... No podía describir lo protegido que se sentía ahí dentro.

A su manera, Dazai también se sentía protegido estando con Chuya. Era un secreto que se llevaría a la tumba, pero, al dormir, él era la cuchara pequeña. No le importaba que usualmente el alto llevara ese rol, le encantaba sentir cómo los brazos de Chuya tenían el tamaño perfecto para envolverse alrededor de su cintura y que en el abrazo acomodara la barbilla contra su hombro. Dazai no era del tipo de dormir mucho, pero estando en esa posición no le importaba. El simple hecho de que Chuya lo envolviera de esa forma le hacía saber que nunca volvería a irse de su lado.

Eran las pequeñas cosas las que construían la relación de Dazai y Chuya, volviendo su pequeño mundo perfecto para ambos. Probablemente nadie desde el exterior entendería qué tendría de especial que Dazai llamara a su pareja su descansabrazos personal ni tampoco que Chuya llamara a la suya su escalera personal. Pero para ambos, tenía todo el sentido del mundo. Después de todo, los 21 centímetros de diferencia entre ellos era una parte fundamental de su relación.

21. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora