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-Oye, sé un poco más suave con ella, San. Se va a romper antes de que me toque a mí- gruñó Mingi con un mohín, soltando el agarre que tenía sobre tu pelo para estirarse a lo largo de tu cuerpo y pasar los dedos por la sección de tu culo que aún lucía la considerable huella de la mano de San, forzando su polla aún más dentro de tu garganta, gotas de saliva y semen goteando por tu abultado cuello y sobre las sábanas ya manchadas de abajo.
Colocado en el lado opuesto de Mingi con su polla taladrando tu necesitado agujero, San puso los ojos en blanco, golpeando con ambas manos contra tu culo, sus dedos hundiéndose en tu piel urticante y abriéndola ligeramente para ver cómo su resbaladiza polla era continuamente engullida por tu agujero. "Te encanta, ¿verdad, guapa zorra?".
Un apagado, aunque entusiasta "mm-hmm" salió de tu ocupada boca.
-Mira, mira. Quiere que la rompa, Min.- San se encorvó sobre tu cuerpo, agarrándote la mandíbula y manteniéndola firme mientras Mingi seguía introduciendo más de la mitad de su sobredimensionada longitud en la pequeña abertura de tu garganta, sintiendo cómo sus dedos empezaban a humedecerse con tu saliva. Sentías su cálido aliento en tu espalda y prácticamente podías oír su sonrisa de comemierda, sin saber que sus ojos seguían clavados en Mingi, simplemente porque no podía dejar de ver cómo destrozaba tu garganta. -Sólo mírala babeando sobre sí misma como una puta descerebrada. Le encanta que la rellenen de polla, Min, para eso estamos aquí- repitió San, esperando estar educando a su amigo de ojos brillantes y jadeante, dedicándole una sonrisa torcida.
-Tienes razón, San -resopló Mingi, con el sudor cayéndole por el pelo teñido y por la mandíbula afilada, mientras se encorvaba sobre tu cuerpo y te agarraba el culo por ambos lados. Te abrió aún más para que San pudiera deslizarse dentro y fuera con más facilidad, obligándote a arquear la espalda dolorosamente por la forma en que estabas entre ellos.
San y Mingi se encontraban antes en una posición parecida, frente a frente, los dos metidos hasta las pelotas en un juguete que preferían compartir juntos, con las pollas palpitando mientras se miraban los rostros sonrojados y golpeados por el placer, incapaces de ignorar la presencia de los labios afelpados del otro.
