Parte única: El momento correcto

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Emilyko podía casi escuchar una música romántica de violines mientras llegaba al parque esa tarde. A medida que se aproximaba al banco en el que había fijado su encuentro con Patrick, la melodía pasó a ser conformada por una orquesta. Y en cuanto vio que él venía, todos los instrumentos se desafinaron, al tiempo que su estómago se retorcía de cosquillas.

¿Realmente sería capaz de hacerlo? ¿Podría contarle lo que le causaba observar sus ojos verdes? ¿Lo tomaría de la mano, al menos?

–¡Emilyko! ¿Estás bien? – La exclamación la sacó de su confuso estado de duda –. Ya te saludé como cuatro veces...

–Ah, sí. Buenos días... Estaba un poquito pensativa, eso es todo.

–Entiendo. ¿Tienes alguna evaluación mañana?

–No, no es eso. Es por alguien... – Respondió con un fallido tono de picardía que sonó como preocupación.

–¿En serio? ¿Tienes un familiar enfermo?

–No, todos sanos.

–Menos mal.

–Ehmm... ¿Qué te gustaría hacer?

–Podríamos pasear un poco.

–Bueno.

Patrick respiró hondo. Estaba seguro de que aquél era su día. Extendió su mano hacia Emilyko y le sonrió muy nerviosamente. Cerró los ojos con fuerza, esperando a que ella aceptara la invitación. Apenas sintió sus dedos sobre la palma, bajó la mano en muy movimiento que debería haber sido suave, con el que la mano de su contraria quedó atrás. La expectativa era que sus manos juntas quedaran abajo, en una posición cómoda para cuando estuvieran parados, pero, como ya ven, tenemos a dos shockeados.

Él empezó a recriminarse: <<idiota, idiota, idiota. Tenía que esperar más.>>
Ella no sabía si reír o llorar.

–Uh... Perdón por eso.

–N-no importa, podemos seguir así.

Aunque Patrick se esperaba una caminata incómoda, rápidamente el incidente se borró de la mente de su compañera. De la suya no, pero eso no terminaba de impedir que disfrutaran con los árboles llenos de escarcha, y la vista a las tiendas con decoraciones navideñas.

Emilyko, por su parte, se distrajo mirando a los pajaritos en los árboles y los perros que eran paseados. Ellos parecían ser los únicos animales que no hibernaban. Sin embargo, le llamó la atención ver a Louise dibujando en una banca. En el mismo momento en el que ella se giró y los vio, supo lo que era sentir miedo de verdad.

A ver, puede que a Louise le gustase la clase de historia porque la percibía como chismes de personas muertas, pero no haría correr la historia de aquella reunión (no se sentía en condiciones de llamarla cita) por toda la escuela. El problema era que si veía a algún conocido que también estaba enterado de sus sentimientos, se sentía presionada; incluso si se los cruzaba de casualidad. Debía actuar y salir de ahí. Rápido.

Emilyko miró por todo su alrededor buscando un buen lugar al cual irse.

–¡Oh, mira! ¡Ahí hay una cafetería! Podríamos entrar a calentarnos un poco –. Dijo a la primera oportunidad que se le cruzó.

–Realmente no tengo frío, pero sí algo de hambre.

Patrick sabía que su mamá lo regañaría por haber comido antes de la merienda, pues en su casa eran muy estrictos con el horario de la comida, pero tenía hambre y creía que comer algo no haría mucho daño. Además, estaba en una salida que suponía ser romántica. ¿Qué más romántico que comer juntos un pedazo de pastel?

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⏰ Última actualización: Mar 16 ⏰

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