-No se lee solamente por leer - le decía a un amigo joven, que está todavía en etapa formativa y arremetí con mi perspectiva sobre el asunto-. Leer tiene un montón de propósitos. Tenés que darle la oportunidad. Yo noto que el éxito de las redes sociales en las que pasan horas los pibes de tu edad es porque ven en esa pasividad una conveniencia, una comodidad, que en realidad no te deja casi nada más que una adicción para matar el tiempo. Yo los veo tan solos a veces... aún rodeados de gente y con tanta "conectividad", los veo tan solos que me da un no sé qué.
Sentí que me había escuchado, pero me quedé con la sensasión de que no era suficiente. Y me dieron ganas de escribir algo que les comparto ahora. Voy a contar la historia de Marta.
Había una vez, en un pequeño pueblo, una chica llamada Marta. No sabemos por qué pero la habían bautizado con un nombre típico de la edad que tienen las abuelas aunque en ella quedaba bien. Vivía en una pequeña casa al borde del bosque con sus padres. Aunque el pueblo estaba lleno de gente amable y acogedora, Marta se sentía profundamente sola.
Tenía esa rara sensación de estar rodeada de gente pero a la vez de no sentir química con nadie. Sus amigos y vecinos siempre estaban dispuestos a ayudarla, pero Marta anhelaba una conexión más profunda, alguien con quien compartir su vida. A medida que pasaban los años, la soledad se volvía cada vez más profunda.
Un día, mientras caminaba por el mercado, vio algo que le llamó la atención en el tablón de anuncios. Decía: "Club de Lectura: Únete a nosotros para disfrutar de libros y compañía". De alguna manera, sintió que algo se encendía dentro de ella y tomó una decisión muy importante que todos nos debemos permitir de vez en cuando pero sobre todo cuando nos sentimos mal: decidió darle una oportunidad.
En la primera reunión del club de lectura, conoció a Ana, una joven entusiasta con una pasión por los libros. Esta muchacha era fanática de distintas sagas modernas como Harry Potter o Crepúsculo o también Sombras y Huesos, aunque también leía clásicos como la Odisea de Homero, El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez o Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe. Pronto se hicieron amigas y comenzaron a compartir sus pensamientos y emociones mientras exploraban diferentes historias juntas. La conexión que había estado buscando comenzaba a florecer.
Ana, por su parte, gustaba de todo tipo de lecturas y le encantaba dibujar. Le mostró su biblioteca amplia en una tarde de mates en el que, bizcochuelo mediante, compartieron un momento de profunda amistad. Los libros de la biblioteca tenían la particularidad de que sus portadas estaban todas dibujadas como si la propietaria hubiese estado disconforme con la propuesta estética de los libros y hubiese convertido una obra de arte en otra obra de arte más personal. Esto a Marta le encantó.
A medida que pasaba el tiempo, el club de lectura y las tardes de mates con Ana se convirtieron en un refugio. Cada semana, esperaba ansiosamente el encuentro con sus nuevos amigos y las emociones que los libros les proporcionaban. A través de las historias, encontró consuelo y comprensión en las experiencias compartidas por los personajes y, más que nada, en la charla después de una lectura con su nueva persona especial.
Pero aún así, la soledad la seguía acechando en las noches solitarias en su casa. A pesar de sus nuevos amigos y su amor por los libros, todavía anhelaba una conexión más íntima.
Fue un martes. Estaba la pava preparada para comenzar con la infusión gaucha por excelencia cuando algo fracturó esa burbuja de complicidad en la que se había convertido el living de la amiga, lectora y dibujante. Entró un hombre al que Marta se quedó viéndolo como si fuera la primera vez que ve a un ser humano en su vida.
Ana fingió su tos, haciendo que su partener de lecturas reaccione.
Fue entonces cuando conoció a Luis, un hombre amable y atento que también estaba luchando contra la soledad. El hermano de Ana, que vive en la ciudad, también había estado largo tiempo pensativo sobre la idea de unirse al club de lectura por insistencia de su hermana, hasta que tomó coraje y, como si fuera un acto de fe, se anotó en el dichoso club.
Fue así como comenzó.
Luis y Marta comenzaron a pasar más tiempo juntos, compartiendo paseos por el bosque, cenas acogedoras y conversaciones sinceras. La soledad que una vez los consumía lentamente se desvaneció a medida que se apoyaban mutuamente. La celestina que los reunió supo inmediatamente correrse de la ecuación, sabiendo que no perdía una amiga: ganaba una hermana.
Con el tiempo, Marta y Luis se enamoraron. Juntos, encontraron la felicidad en la compañía del otro y descubrieron que la soledad puede ser vencida cuando se comparte con alguien especial. Finalmente, la vida de Marta se llenó de amor y alegría, y ya no se sentía sola: libros, charlas, mates y buena compañía conformaron su rutina diaria.
En definitiva, este relato no es más que un recordatorio de que la soledad es un sentimiento invitable puede ser superada, incluso en los momentos más oscuros. A veces, solo necesitamos abrirnos a las oportunidades y permitir que las conexiones florezcan. Encontrar a alguien con quien compartir nuestras alegrías y tristezas puede hacer que el mundo sea un lugar menos solitario.
Y por sobre todas las cosas, leer no se lee por leer. Prefiero leer para conectar conmigo y con el mundo.
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Habilidades por debilidades
Short StoryCuentos de superación para chicos, a partir de historias simples con moraleja.