Dulce anfitriona

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Ryan mantuvo su mirada hacia la ventana durante el viaje, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. «Todo por una hernia umbilical, ahora tengo que aguantar este dolor por quién sabe cuánto» pensó.

—¿No podía quedarme en casa? —preguntó Ryan sin apartar la vista de la ventana.

—¿Tú solo hijo? No podemos, tienes que llevar una dieta y descansar bien. Tú apenas sabes hacer arroz y eso que se te quema un poco —respondió su padre.

«pues preferiría el arroz quemado» suspiró y siguió insistiendo.

—¿Algún familiar? Alguien podría haber… «cierto, están en otro país» ¿Y por qué se tienen que ir ustedes? 

—Trabajo querido, tendremos conferencias y presentaciones en la capital y otras ciudades durante este tiempo —respondió su madre, al ver el rostro desconcertado de su pequeño agregó—: lo sé, todo se nos juntó, sé que también querías aprovechar estas vacaciones para estar con tus amigos, pero estaremos llamándote todos los días.

El ceño fruncido cambió a una mirada de tristeza ante tal comentario, la impotencia de no poder hacer algo lo carcomía; finalmente llegaron al lugar, la casa en la que el muchacho se quedaría. Sus padres se bajaron, tocaron la puerta y salió Hellen a saludarlos. El padre de Ryan bajó la maleta de su hijo y la llevó adentro.

Ryan abrió la puerta y logró ponerse en pie respirando fuerte y apretando la mandíbula, tratando de aguantar el dolor en su abdomen, su padre le ayudó para que se apoyara en él y poder llegar hasta la puerta de la casa. Hellen lo saludó pero él estaba concentrando su atención en desviar el dolor.

«carajo, ni siquiera puedo caminar yo solo»

—Hijo, cambia esa cara por favor, no vayas a ser grosero con Hellen —le dijo su madre teniendo en cuenta como es su hijo—. Verás que los días se irán volando y todo volverá a la normalidad —agregó y le dio un beso de despedida.

—Te quiero hijo, cuídate —dijo su padre dándole un abrazo.

«ojalá fuera de otra manera» pensó el muchacho con una mirada apagada durante el abrazo.

—Gracias por ofrecerte a cuidarlo Hellen, los estaremos llamando —exlcamó la madre despidiendose.

—No hay problema, les deseo lo mejor en su trabajo —respondió Hellen mientras ellos se subían al auto.

Ryan se quedó parado en la entrada sintiendo como una parte de él se apagaba cada que el auto se iba alejando más y más, no fue hasta que Hellen le dijo que entrara que él volvió en sí. «y si hubiera… pero como dicen, hubiera no existe ¿No?»

Ryan entró a la casa con esfuerzo como si llevase un lastre atado al torso.

—Dejame ayudarte —ofreció Hellen.

—¡No! —respondió bruscamente—. Yo puedo solo.

Ella le indicó donde estaba el cuarto y llegó ahí solo para lanzarse a la cama cual atleta que acaba una maratón.

La casa de Hellen estaba ubicada en una parte central de la ciudad, era lo suficientemente amplia y cómoda para dos personas, ella estaba soltera así que le hacía bien tener compañía, aunque de igual forma su hija iba a visitarla de vez en cuando; Ryan se quedó viendo el techo durante los siguientes minutos, eso hasta que Hellen le avisó que era la hora de almorzar.

—Ya casi sirvo el almuerzo, hice tu favorito —dijo Hellen apagando la estufa.

Ryan olfateó y pudo percibir el aroma a pasta en el aire, sintió que flotaba como en las caricaturas.

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⏰ Última actualización: Oct 24, 2023 ⏰

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