III. Voz

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Mientras camina, el perfume del ramo de flores opaca cualquier otro aroma que pudiera encontrar en los alrededores. De cierta manera está bien, porque así ella puede resguardarse del mundo y perpetuar aquella calidez que le embriaga el corazón... aunque sepa que es un engaño.

«Es la primera vez que me regalan flores... o al menos la primera que recuerdo», piensa Marzo sin dejar de marchar a paso vivo tras Caelus.

Desde que él le entregó aquel ramo se ha mantenido callado y ella tampoco es capaz de acotar algo. Sin embargo, el ambiente no se siente incómodo en lo absoluto.

¿Existirá un significado oculto en ese obsequio? Se pregunta e inmediatamente duda. Muy probablemente Caelus simplemente entendió que le gustaban las flores y decidió complacerla. Él es así de espontáneo, no se complica con idas y vueltas sin sentido. «Y así como él es contigo, lo es con todas», le chilla su lado pesimista dentro de la cabeza. Marzo arruga el ceño.

Desde la mañana, esa vocecilla suya ha estado taladrándole el cerebro más que otros días. No puede hacer nada más que ignorarla y debe admitir que hasta el momento le sale bastante bien. Sin embargo, tras la pesadilla de anoche, Marzo se siente particularmente sensible. Esa no es la primera vez, ni será la última, donde sus emociones atentan con escapársele de las manos. No es nada que no pueda manejar.

Mientras tanto, en silencio los dos atraviesan el Distrito Administrativo y se meten por unos callejones que durante su primera aventura en Belobog no tuvieron el placer de recorrer.

Sus pasos suenan sobre los adoquines, las sombras comienzan a cernirse por encima de los edificios y lentamente las luces se van encendiendo una a una. Las calles pronto se bañan de dorado y las personas comienzan a apretar el paso. Todo el mundo quiere volver a casa, excepto ellos que tienen la eternidad entera a su disposición... Qué romántico, ¿no?

No, espera. No lo es, lo está imaginando. En realidad eso que siente no es un sentimiento compartido. Todo está en su cabeza. Por supuesto que no hay nada de romántico entre ellos. Él solo la está llevando a cenar tras haberle regalado un bellísimo ramo de flores... ¿Pero no es así como empiezan todas las citas en las novelas que ha leído? Sí, pero al mismo tiempo estas no dejan de ser ficción. La realidad no es tan perfecta... no puede serlo.

Marzo observa a Caelus avanzar entre la multitud, unos cuantos pasos adelante. De nuevo, no es la primera vez que lo ve de espaldas. De hecho, casi siempre es así. Siempre sucede que él está demasiado lejos, ocupándose de otras cosas; siendo el héroe.

A veces siente un poquito de celos. Dentro de la tripulación del Expreso, antes de su llegada, ella se había autoproclamado como una «guerrera». Y todo iba relativamente bien mientras no hubiera otra referencia de la cual compararse. Una vez que él se instaló en el tren, ella notó que le faltaba mucho más de lo que pensaba para llamarse a sí misma una guerrera. A decir verdad, hubo ocasiones donde llegó a pensar que le gustaría ser más como él. Más fuerte, más osada... quizás así él la vería con otros ojos, ¿no?

Entonces imágenes de Caelus siendo atravesado por la lanza de Cocolia vuelven atosigarla. El impacto sordo seguido de un silencio absoluto en tanto veía, totalmente impotente, cómo su cuerpo lánguido caía al vacío.

No es que a ella le dé miedo enfrentarse a la muerte de esa manera, pero esa noche fue una de las tantas en las que no halló palabras para plasmar en su diario. El sentimiento que le provoca recordar la caída es tan inefable como la presión sobre su corazón. Y aunque fue solo por un breve período de desasosiego, se trató de uno los peores que experimentó desde que se unió a los Anónimos.

Por aquel entonces, Marzo todavía no podía darle nombre a lo que sentía —y aún no puede, aunque ahora por razones distintas—. No obstante, ese dolor le dio algunas pistas de las que agarrarse. No puede determinar el momento exacto, pero sí recuerda el desgarro vivo al momento de recuperar su bate de entre los escombros. Por poco tuvo que esconderse para llorar.

Amnesia anónima | CaemarchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora