Tentación✨

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—Carajo, qué jodido estoy.

Llevaba mirando al techo desde que se había despertado hacía treinta minutos. El cerebro: hecho un lío. Su erección: como una piedra.
Bueno, como una piedra otra vez.

Fruncío el ceño sin dejar de mirar el techo. No importaba cuántas veces se hubiera masturbado; Desde que lo dejaron con las ganas el día anterior, aquello no parecía bajar nunca. Y aunque nunca creyó que fuera posible, era peor que los otros cientos de veces que se había levantado así. Porque esta vez sabía de lo que se estaba perdiendo. Y eso que ni siquiera le había dado la oportunidad de terminar.

Cinco meses. Cinco putos meses de erecciones matutinas, de masturbaciones y de infinitas fantasías con alguien que ni siquiera deseaba. Bueno, eso no era del todo cierto. Lo deseaba. Lo deseaba más que a otra persona que hubiera visto en la vida. El mayor problema era que también lo odiaba.

Y el odió era mutuo. En sus treinta y un años nunca había conocido a nadie que lo sacara de quicio como lo hacía Misaki.

Solo su nombre ya lo ponía a mil.
Maldito precioso.

Asami bajo la vista hacia el lugar donde estaba formando una tienda de campaña con las sábanas. Ese estúpido era el que lo había metido en ese lío en un primer momento. Se frotó la cara y se sento en la cama.

¿Por qué demonios no he podido mantenerla metida en los pantalones? —pensaba irritado.

Lo había conseguido durante casi medio año. Y funcionó. Guardaba las distancias, le daba órdenes… Joder, tenía que admitir que había sido un verdadero cabrón ese tiempo. Y de repente, perdío la cabeza sin más. Solo hizo falta un momento. Sentado en aquella sala en silencio, su olor lo envolvió y ese dichoso pantalón ceñido a sus piernas… Y la forma en que se inclinaba en el escritorio para dejarle unos papeles dejando su trasero en la cara… Perdiendo el control.

Asami estaba seguro de que si lo follaba una vez sería algo decepcionante y dejaría de desearlo tanto. Y por fin tendría algo de paz. Pero ahí estaba de nuevo, en su cama, empalmado como si no se hubiera corrido en semanas. Mirando el reloj; solo habían pasado cuatro horas.

Se dió una ducha rápida, frotándo con fuerza como para borrar cualquier rastro que le quedara del castaño de la noche anterior. Iba a parar eso: tenía que hacerlo.

Asami no actuaba como un adolescente en celo, y sin duda no iba follándose por ahí a los de su oficina. Lo último que necesitaba era alguien dependiente fastidiándo todo. No podía permitir que Misaki tuviera ese control sobre él.

Todo iba mucho mejor antes de saber de lo que se estaba perdiendo. Por muy horrible que fuera entonces, ahora era un millón de veces peor.

Iba de camino a su despacho cuando el menor entró. Por la forma en la que se había ido la noche anterior (prácticamente Misaki salió corriendo), suponía que podía esperar una de dos: o aparecería por la mañana haciéndole ojitos y pensando que lo de anoche significaba algo, que «ellos» eran algo, o iba a hacerle la vida imposible.

Si alguien se enteraba de lo que había hecho, no solo podía perder su prestigio, sino que podría perder todo por lo que había luchado. Pero, por mucho que lo odiara, no lo veía haciendo algo como eso. Si había algo que había aprendido sobre Takahashi en ese tiempo era que se trataba de una persona leal, en quien se podía confiar.

Llevaba trabajando para AsamiMedia Group desde la universidad y luego fue transferido con él por que se había convertido en una parte muy valiosa de la empresa, según su padre. Ahora le quedaban solo unos meses para acabar su máster y después podría escoger el trabajo que más le gustara. Seguro que no iba a poner eso en peligro.

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