Aunque sea desconocido para algunos, existen diversos tipos de besos. No, no son los que estás pensando; me refiero a los que salen de lo más profundo de nuestro ser. Esos cálidos como el calor abrasador de una hoguera o gélidos tal cual una helada...
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•Beso de apuesta:
Se trata de jueces ciegos que por presentimientos o emociones escondidas se encargan de darle una posibilidad definitiva a un amor que fue y terminó por causas variadas. La mayor parte del tiempo son decisiones erradas, aunque solo la nueva equivocación lo determina. Las que no, nos hacen creer que el amor puro y verdadero puede sobrevivir hasta en las crisis más difíciles.
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Las hojas de los árboles se mecían en la calmada danza del viento. A los pies de uno de estos reposaba una mujer joven, disfrutando de las caricias que el aire el proporcionaba a su rostro. Divisaba niños jugando, parejas paseando de la mano y una que otra mascota siendo perseguida por su dueño. Su mirada estaba totalmente pérdida, su mente divagando en añejos recuerdos que estremecían su corazón. Recordó con cariño las noches pasadas a su lado, las risas compartidas, los buenos y malos momentos. Dejó salir el aire de sus pulmones, preguntándose qué habría pasado de no ser por esa última copa, la que causó que una potente ventisca transformara las tranquilas aguas en olas feroces que chocan con violencia contra la costa. Una mano sobre la suya la hace abandonar su trance. —¿A que es encantador este atardecer? —Soltó al vacío el hombre a su lado. Los ojos de ella estaban abiertos de par en par cual ventanas en una mañana de verano, su corazón sorprendido y su respiración entrecortada. —¿Qué haces aquí? —Consiguió murmurar con claro asombro. Observaba con detenimiento el perfil de su nuevo acompañante, siendo víctima de numerosos escenarios en su mente. —Creo que deberíamos intentarlo de nuevo —propuso sin pelos en la lengua. —No. —Sabes que lo que ocurrió fue solo una equivocación. Yo no quise, ella fue la que me besó —Por primera vez desde que se sentó le dirigió la mirada con aflicción. Sabía que lo que decía era cierto, mas no evitaba dudar. Dudar... —Lo sé. Yo misma lo presencié, y créeme que dolió como los mil demonios Orwell. No estoy segura, te amo pero lo que vi no desaparece de mi cabeza. A todas horas, en todo momento. Me atormenta —Se alejó del toque del otro con un fuerte dolor en la sien por meditar tanto aquella respuesta que segundos después saldría sola de sus labios. Él la tomó por la nuca y fundió sus bocas intentando profesar cuánto la había extrañado y ella con una lágrima deslizándose por su mejilla decidió darle un último chance a ese amor que se encontraba clavado en su pecho sin intención de irse, una segunda oportunidad.
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