Sabe que él puede verle sangrar con dolor y aflicción. Sabe que él puede ver sus ojos inundados en tristeza y resentimiento. Sabe que puede ver cómo sus hombros se tensan cada vez que le niega. Wonbin sabe que él puede ver todo eso y más.
Sabe que J...
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Park Wonbin nunca esperó nada de él, más que ser notado de una forma que fuese más allá de lo amical. Ellos eran amigos, los mejores amigos de infancia (una historia nada inusual o fuera de lo ordinario, muchas personas se han criado juntas y forman lazos emocionales importantes; como amistades que pueden perdurar años y años), habían celebrado sus cumpleaños juntos, pasaron navidades y despedido años en familia; once años de amistad parecían ser suficientes para caer a sus pies esperando ser visto con otros ojos aún sabiendo lo difícil y mal visto que sería eso...lo prohibido que estaba eso.
Era lo impensable para una sociedad machista y homofóbica como la coreana, sobre todo si ambos habían crecido en familias extremedamente religiosas y tradicionales. Partiendo por la familia de Sungchan.
Entonces cuando Wonbin empezó a ser consciente de lo mucho que miraba a Sungchan a veces y el apretón que sentía en su estómago cada vez que el otro lo notaba y hacía contacto visual con él, las alarmas sonaron en la cabeza de Wonbin ensordecedoramente, preocupándolo y angustiándolo porque... ¿Era probable que a él le gustaran los chicos?
Lo era. Era tan probable como que Sungchan era heterosexual y muy arraigado a las creencias y enseñanzas de sus padres. Los padres de Sungchan lo habían criado para que sea la cabeza jefe de su empresa de textiles, para que se casara con una hermosa e inteligente mujer (que cumpliera con los estándares de belleza coreana, y también fuera competente laboralmente) y les diera nietos y nietas bien educados y portados para así presumir la perfecta vida que su (igualmente perfecto) único hijo tenía; para sentirse orgullosos de su pupilo y los valores que le habían inculcado, queriendo colmarse de elogios por parte del resto.
Los padres de Sungchan siempre estuvieron sedientos de aprobación social.
Sungchan hablaba con Wonbin sobre sus expectativas del futuro una vez terminada su carrera en la universidad y Wonbin solo podía asentir inexpresivo y monótono, sin refutar ni contradecirlo a pesar de que él difería bastante con el modelo de vida (presionado por sus padres, cabe recalcar) que su mejor amigo tenía planeado; no lo culpaba, Wonbin nunca lo hizo, porque él muy bien sabía lo que era crecerse con ese adiestramiento, sus padres también intentaron persuadirlo incontables veces para meterle sus ideas en la mente, solo que Wonbin nunca fue tan obediente e influenciable como Sungchan, nunca pudieron convencerle de creer querer esa vida para él.
Partiendo porque él era, bueno, muy gay. Demasiado gay para funcionar (como diría Janis en Chicas Pesadas) con ese estilo de vida arcaico y, sí, muy tradicionalmente correcto.
De por sí ser homosexual en Corea era bastante complicado teniendo en cuenta la mentalidad que los coreanos manejaban, mente cerrada y primitiva (no tenía otra palabra para describir algunas mentes), serlo en una familia religiosa y conservadora era aún peor, ¿pero negar su sexualidad y gustos? Wonbin no podía fallarse a sí mismo de esa manera tan cobarde; parecía frágil, pero él no lo era, él podía perfectamente enfrentarse a cualquier dificultad.