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El chico con la peluca roja señaló una bolsa colgada de un gancho para ropa y Jimin se acercó a revisarlo. Ahí estaba su traje de Filter y la fusta, además de unos guantes sin dedos. No comprendió enseguida y le echó una mirada confusa a su exnovio.

—No entiendo, ¿por qué está aquí esto? ¿También lo vas a usar? — Preguntó, evadiendo las insinuaciones que el menor había hecho unos segundos atrás.

Jungkook suspiró y se levantó lentamente del reclinable. Caminó con pasos suaves y ligeros hacia el mayor. Usaba unas zapatillas plateadas y un anillo con una pluma, en el dedo meñique. Jimin se sintió temblar cuando el más alto le acarició los pómulos con el dorso de la mano. Estaba cálida, contrario a lo que esperaba.

—Eso obviamente no es de mi talla, Jimin. — Contestó, sonriendo de lado y bajando la mano por su pecho. — Pero la persona que está frente a mí parece caber en él perfectamente, ¿probamos? — Requirió, alejándose un poco de su cuerpo y recargando el peso de su cuerpo en la pierna derecha.

Jimin no supo por qué hacía caso a las exigencias del alto. Normalmente era él mismo el que hacía que Jungkook cumpliera sus caprichos, no al revés. Este tipo de actitudes le parecían extrañas al chico de cabello rosa pero no se quejó y fue al baño, a colocarse el disfraz. Constaba de un extraño entretejido de cuerdas de cuero en el pecho, que dejaba ver una parte de su abdomen y sus pezones. Jimin supuso que la parte del torso era la que más le gustaba al menor. Los pantalones eran ajustadísimos, el mayor supuso que a Jeon le encantaba verle el trasero en ellos.

No lo culpaba.

—Oye, ya traigo esta cosa puesta. ¿Vas a decirme si vamos a grabar alguna especie de parodia o tienes un fetiche con los disfraces raros del cual no estaba enterado? — Gruñó el más bajo, acomodándose las tiras de cuero en el pecho.

Jungkook se acercó, sigiloso como un gato y le apresó ambas muñecas con una sola de sus elegantes y grandes manos. Jimin las amaba. Eran callosas y la piel no era tan tersa como la de su rostro. Jeon Jungkook era un bebé gigante con manos de hombre trabajador. Además, el mayor sabía lo que el chico alto sabía hacer con ese par de extremidades. Era muy hábil con ellas.

—Jeon, deja tus juegos. — Le advirtió, frunciendo el ceño y con la expresión de un gato que está esperando para atacar.

Pero al muchacho alto no iba a detener nada. Lo empujó contra la pared de la habitación y lo miró a los ojos, desde arriba. Jimin ya no parecía un gato enojado, más bien parecía un minino asustadizo y acorralado. A Jungkook le gustaba verlo así, casi podía sentir su cuerpo –unos cuantos centímetros más bajo que el suyo– temblando de anticipación por su toque. Aunque sabía que el del cabello rosa seguía enojado, y desconocía la razón de esa emoción, se moría de ganas de volver a tomar esa pequeña y esponjosa boca que Park Jimin poseía.

No se contuvo. Acercó su boca, delineada y maquillada con lápiz labial, a la ajena y justo antes de juntar ambos pares de labios, le acarició el inferior con su lengua. Sintió a Jimin sisear contra su piel y procedió a darle el más jugoso y revoltoso de los besos. Era cálido, como todo el cuerpo de su Jimin, y además, tenía un ligero sabor a leche. Era delicioso.

Las manos de Jungkook se movieron a los hombros ajenos y lo apretó más contra la estructura tras su cuerpo. Vagamente, estaba consciente de que Jimin estaba metiendo una pierna entre las suyas. Y le gustó. Mientras se ocupaba en acariciar la piel desnuda del mayor, el otro no perdía el tiempo y le tomó el rostro con ambas manos, acercándolos más y tratando de perderse en esa esponjosa y redonda boca. Jeon Jungkook olía a pino y especias. Jimin estaba embriagado con ese aroma y quería enterrar su cara en esa estúpida y, extrañamente, sensual madeja de cabello en la cabeza ajena.

Tokio ; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora