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"¿Te quejas tanto cada vez que alguien mira en tu dirección general, o es un trato especial, hmm?" Su aliento te hizo cosquillas en la oreja mientras la mezcla de degradación y placer inundaba sus oídos. Su gruesa polla descansaba cómodamente dentro de ti, presionando firmemente contra tu punto G. Habías pasado los últimos momentos tratando de girar sutilmente tus caderas en su vida, esperando que su polla te diera esa deliciosa sacudida de placer una vez más. Slick brotó de tu coño, acumulándose en la base de su polla, listo para gotear por sus gruesas y pesadas bolas. La vista era húmeda y obscena, una imagen que provocaba una ola de calor en tus mejillas. Te había mantenido así por unos momentos, contento con verte evitarte en el espejo que llegaba hasta el suelo frente a ti. Realmente te veías patética así, tan desesperada por cualquier contacto pero sin querer pedirle lo que deseabas. Dedos gruesos y callosos se dirigieron a los labios hinchados de tu coño. Usando su índice y su dedo anular cubierto de anillos, los abrió ampliamente para verlos. Círculos pequeños y apretados trabajaron sobre tu clítoris de manera provocativa. De todos modos, todavía era suficiente que tu coño revoloteara alrededor de su circunferencia. Con cada movimiento circular de sus dedos, podía sentir que te ponías cada vez más ansiosa. Una rápida bofetada a tu clítoris casi te hace volar de su regazo. Al instante, supiste que su paciencia se estaba agotando. Nanami, por muy estoico que fuera, nunca esperó repetir lo mismo dos veces. Un gemido ahogado salió de tu boca cuando sentiste sus dedos golpear tu clítoris entre su pulgar y su dedo puntiagudo. Él giró y tiró sin piedad del área sensible, obligándote a pronunciar las palabras. "¡ Tú! Sólo tú ". Mientras una sola lágrima rodaba por tu mejilla, la mano en tu coño llegó a agarrar firmemente tu mandíbula. Tu cabeza se inclinó hacia su palma, anhelando el consuelo que él te brindaba. "Lo se bebe lo se. Nada hace que esta putilla esté tan necesitada como papá, ¿verdad?" Como para demostrar su punto, empujó poderosamente hacia ti, permitiendo que el sonido de la piel golpeando resonara por todo el dormitorio. No pudiste evitar el traidor aleteo de tu coño ante sus palabras... tenía razón. Nada, nadie podría hacerte sentir tan bien como Nanami. No importa cuántas fantasías hayas realizado, nada te hizo correrte tan fuerte como él, el amado esposo de tu madre. Era sucio hacer eso con el, pero después de probar por primera vez a un hombre de verdad, lo único en lo que podías pensar era en la próxima vez. Nanami te conocía a ti, su preciosa hijastra, como la palma de su mano; sabía exactamente cuántos dedos se necesitaban para que tus ojos se pusieran en blanco, sabía la cantidad exacta de presión en tu cuello necesaria para que apretaras los muslos, sabía exactamente cómo follarte cuando quería hacerte chorrear . Registraste vagamente la forma en que sacó su teléfono, registrando dónde se conocieron. Las embestidas lentas y practicadas te hicieron retorcerte en su regazo, mostrando a la cámara más de tu coño expuesto. Te esforzaste en levantar y bajar las caderas, montando un espectáculo, sin duda, para uno de los amigos de trabajo de Nanami. Hilos de mancha húmeda y desordenada los conectaron a los dos mientras retiraban su cuerpo. "Difundelos por mí. Sabes cuánto le encanta a Gojo verte". Inmediatamente tus manos fueron a separar los labios de tu coño para la cámara. La vergüenza te llenó hasta la médula, pero en lo único que podías concentrarte era en el movimiento de su polla en lo más profundo de ti. Al girar la cabeza, atrapaste sus labios en uno de los besos más desordenados de tu vida. Sabías que todo estaba frente a la cámara y sabías que alguien que frecuentaba tu casa lo vería. Una parte de ti se preguntó si Gojo alguna vez se divirtió con los videos que envió Nanami: ¿se palmeó con disgusto los pantalones mientras veía a su amigo profanar a la "hija" de su esposa? ¿O quería descaradamente participar en la diversión? "Lo quiero, papá, lo necesito en mi coño". "Pregúntale amablemente, tal vez él diga que sí... ¿No es así, Gojo?" Un gemido entrecortado escapó de tu boca cuando tu orgasmo te atravesó. La idea de que los dos hombres te profanaran te hizo apretarle la polla con todas tus fuerzas. "Maldita puta, haciéndole un lío cuando te estoy follando. "Te daré una lección". De repente, su teléfono fue arrojado a un lado cuando comenzó a follar hambrientamente tu coño con un propósito: mostrarte que eres su pequeño juguete. No podía hacerte pensar de otra manera y estaría condenado si dejara que Gojo pensara lo mismo.
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