Cumpliendo mis fantasías lujuriosas

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“En realidad, antes de entrar en todo eso. Primero quiero preguntarte, ¿dónde vives? preguntó la condesa, mientras se reclinaba en su asiento.

Vestida con su ajustado traje negro, debajo del cual hay una camiseta blanca, las curvas de su figura eran bastante perceptibles: ya sea por su delgada cintura o por la repentina protuberancia en su esbelto cuerpo causada por su considerable busto, todavía dejaba mucho a la imaginación. Simultáneamente reveló su forma tentadora.

No podía mirar donde su cintura se unía con sus caderas porque nuestra mesa bloqueaba mi vista. Pero a juzgar por lo que he visto en nuestros breves encuentros anteriores, supongo que ella también está bastante cargada allí.

Realmente te hace preguntarte cómo es posible que Damien no haya desarrollado un complejo de Edipo todavía, con lo atractiva que se ve su madre.

"¿A mí? Vivo en la ciudad con mi familia”, digo, ocultando mi descarada mirada.

“Oh, eso está bien entonces. Mientras tanto, nosotros también nos quedamos en la ciudad, en el distrito norte”. respondió la condesa, luciendo como si ya hubiera elaborado un plan.

Por unos segundos, giró la cabeza para observar a Damien, quien ya había encontrado a Mikael y estaban hablando entre ellos, con suerte sobre su próxima actuación juntos en unos minutos.

"¿Entonces que dices?" preguntó, volviéndose para mirarme de nuevo. “Sé que se supone que no debes forzar una amistad, pero él realmente necesita buena compañía antes de cambiar por completo. Era muy dulce en aquel entonces, pero ahora lo arrastran los malos pasatiempos de su amigo”.

Aunque estoy dispuesto a decir que sí, aun así lo pregunté. ¿No puede la condesa hacer algo ella misma? Seguramente escucharía a su madre más que a mí, alguien a quien considera una humilde plebeya”.

"A veces, el mensajero importa más que el mensaje". ella respondió con nostalgia. "No importa lo que diga, actualmente está en una edad en la que pensará 'Oh, mamá está regañando otra vez' y no considerará mis palabras cuidadosamente".

“Aun así, ¿por qué yo? Si son sólo forasteros, entonces debe haber mucha gente decente de otras familias nobles”, presioné.

"Confío en el criterio de carácter de tu maestra", respondió la condesa, cruzando los brazos sobre el pecho, lo que hizo que sus senos se levantaran agradablemente. “Sin mencionar, ¿realmente importa si eres noble o no? Una explosión de sus nociones preconcebidas sobre la superioridad noble puede hacerle bien cuando se encuentre con una persona tan talentosa como usted, sea de nacimiento común o no.

"Sin embargo, si tienes miedo de que te maltrate o abuse de su poder, no te preocupes", añadió. “Me aseguraré de que eso no suceda. Y si ocurre algo fuera de mi vista, sólo tienes que informarme. Yo... me ocuparé de que recibas una compensación adecuada por cualquier problema”.

Sabía que no había nada sucio o sexual en lo que ella quería decir, pero mi mente podrida seguía interpretándolo de esa manera.

Exhalando una bocanada de aire, comenté: “La condesa realmente parece atesorar a su hijo, para que usted haga todo lo posible por él”.

Luego de escuchar mis palabras, la Condesa mostró una sonrisa algo triste. "Sí. Sé que su comportamiento y actitud están lejos de ser ideales, pero es mi hijo. Desde que murió su padre, carecía de una figura masculina adecuada en su vida. No importa cuánto intente disciplinarlo, él no escucha a una mujer que le dice qué hacer”.

Luego noté que su mirada se posaba con pesar en su propio atuendo: ropa de hombre, usada en un intento de parecer más autoritaria ante su hijo.

Además de ser madre soltera, también tiene que desempeñar el papel del Conde, que actualmente es demasiado joven para asumir el poder. ¿Será por eso que se viste de hombre? ¿Para parecer una presencia más imponente ante su chico rebelde? No, en realidad, no sólo a su hijo. Como regente gobernando en lugar de su hijo pequeño, también tenía que mantener la autoridad sobre sus súbditos para administrar adecuadamente su casa y sus tierras.