Enero

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Esperaba que llegue. Ya había pasado un mes de calor desde que se fue. Se fue sabiendo que iba a volver, nos despedimos sabiendo que íbamos a volver a vernos, y que este verano iba a ser distinto. Lo fue. Los kilómetros que nos separaron esos treinta y pico de días, se vieron allanados con la cercanía de nuestras letras, nuestras voces, nuestros pensamientos. Esperaba que llegue, el ruido de la bicicleta y el de la cadena enroscada como una bufanda sobre el caño del asiento, tintineando cuando el cuerpo abandona al fin la cabalgadura. Desde la ventana un silbido se asoma, y el ruido de las alpargatas que rozan el suelo, el caminar arrastrado de los pasos hasta el timbre. Llegó, y con él la espesura de la tormenta, que en un breve lapso se estrujó en mil millones de borbotones que salpicaron los ladrillos, la enamorada del muro, el abrazo. El abrazo cotidiano sobre la remera rayada que tanto me gusta, el abrazo con la perra que quiere sumarse moviendo la cola eufórica. Ella también sabe que llegó.

Ahora su bicicleta descansa sobre la reja, arriba la chapa y el repiqueteo sinfónico. Él siempre está llegando.

LluviasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora