Mauricio se encontraba sumido en la soledad desde que perdió a su esposa. Un conductor kamikaze sesgó su vida aquella tarde de invierno de 2012 en la carretera N-621. El cóctel fatídico de abuso de drogas y apuestas encaminó a la temeridad a aquel conductor que colisionó con el coche de Ana. Como suele suceder en estas circunstancias la persona inocente falleció en el acto mientras que el responsable quedó herido de gravedad pero sobrevivió.
La vida no les había bendecido con la familia que tanto habían deseado formar. Sin familia de origen, Mauricio se refugió en el aislamiento. Algunas personas en una situación similar se habrían sumergido en una rutina laboral. Otras se apoyarían en el bálsamo que constituye el calor de los amigos a la hora de afrontar un duelo repentino. Ninguno de estos soportes podía aliviar a Mauricio.
Trabajaba como farero del castillo de Santa Ana (Cantabria). Constituía uno de los faros más espectaculares de España. Erguido en esa meseta abrupta desafiaba a la furia de los elementos. Desde el accidente Mauricio sufría insomnio, lo cual no dejaba de constituir una ventaja, pues así se mantenía en vigilia en su trabajo. Y por el día apenas era capaz de dormir dos o tres horas.
Unas ojeras profundas surcaban su faz y su expresión revelaba una tristeza insondable.
El mar se apercibía como su sempiterno aliado con el que compartía el curso de sus pensamientos. La indemnización que le correspondió supuso un desahogo para su maltrecha situación económica pues el impuesto de sucesiones por la muerte de sus padres, también reciente, había consumido todos sus ahorros.
No fueron pocas las veces en que tuvo que desalojar la torre por inclemencias meteorológicas que ponían en peligro su seguridad. Se sentía como un centinela que custodia a un ser con una vida impetuosa. Tendía a distraerse en verano al contemplar la silueta de tantos jóvenes aficionados al surf. Le gustaba observar las piruetas que ejecutaban como juguetes que cabalgaban sobre las crestas de las olas. Recordaba cuando él también desafiaba al oleaje para surfear. También gustaba de posar su mirada sobre ese firmamento infinito y reconocer constelaciones y estrellas. El cielo y el mar parecían fundirse en un abrazo.
Como el amante de la lectura que era se hacía acompañar de un libro que devoraba en sus noches de soledad. Pero ya no disfrutaba igual desde que Ana se fue. La tristeza empañaba su estado de ánimo como lágrimas que se resistían a derramarse. Su vida se regía por la rutina de sus acciones que realizaba como un autómata. Perdía por momentos el sentido de la misma y la noción del tiempo, pues aunque habían transcurrido ya seis meses a él le afectaba como un acontecimiento reciente. La congoja invadía el centro de su vida y le impedía realizarla con normalidad. Tampoco quería salir con sus amigos para evitar recordar tantas tertulias en las que Ana participaba. Ana tenía el don de la palabra pero también sabía escuchar y en su boca siempre había una palabra de aliento o consuelo para todo aquel que lo necesitara. Tampoco dormía en la cama de matrimonio para no sentir su ausencia.
─El tiempo lo cura todo ─le decía la gente. Pero él tenía la sensación de que a medida que transcurría el tiempo más la echaba de menos. Sus amigos querían ayudarle y le visitaban con frecuencia. Pero él se sentía succionado por un túnel que le impedía aceptar las muestras de afecto. Su aflicción parecía reproducirse a límites exponenciales. Jamás creyó posible concebir tanta soledad y congoja. Y así comenzó a gestarse en su mente un plan que, poco a poco, cobraba forma. Se sentía mayor, pues ya le quedaba poco para jubilarse, el presente era un tiempo que le sumía en una espiral de tormento y oscuridad. Carecía de expectativas de futuro. Concibió un plan que pondría fin a su suplicio. Se despediría de la vida dentro de tres días al lanzarse desde el puente medieval ubicado en el islote del canto de Santa Ana, en Castro Urdiales. Abrazaría, por fin, el misterio de la muerte y solo esperaba reencontrarse con su compañera. Ahora que había propugnado una solución se sentía liberado de la opresión.
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El encuentro
Short StoryTrata sobre como los problemas de la vida, la soledad y la pérdida de empleo pueden desembocar en el vacío existencial y pesimismo respecto al futuro.