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En una noche sin incidentes en la pintoresca ciudad de Nueva York, tan aburrida como toda una vida de tormento, el conde vampiro, el líder más formidable que ha existido desde tiempos inmemoriales, Miguel O'Hara, se sentó cansado en su opulento trono gótico forjado de oro puro, ubicado dentro de su oscuro y majestuoso castillo, muy alejado de los bosques y montañas circundantes.

Atrás quedaron los gloriosos días de feroces batallas, cuando se deleitaba con el derramamiento de sangre, hundiendo salvajemente sus afilados colmillos en las gargantas de esos humanos pestilentes, criaturas tan débiles e insignificantes como insectos repugnantes. Lo que más le molestó fueron los implacables cazadores que le negaron a él y a su clase cualquier respiro, tratando de borrar su existencia.

¿Por qué no pudo exterminarlos de una vez por todas? Oh, cómo anheló. Pero ahora estaba más allá de él. Una profunda melancolía se había asentado, insensible a sus intentos de rejuvenecer consumiendo la esencia de la vida de los animales fallecidos, entregada obedientemente por su devota sirviente y familiar, Lyla. Nada de eso funcionó.

¿Y por qué no funcionó?

Porque esos miserables demonios habían secuestrado y matado la única chispa de calor en su corazón desolado y ceniza: su hija, Gabriella.

Gabriella, inocente e inconsciente de los peligrosos compromisos de su padre contra la humanidad, había lamentado, en numerosas ocasiones, la agitación que sus acciones habían causado. En sus primeros años, deambulaba por el castillo, participando en fantásticas fiestas de té con sus muñecas embrujadas, creando vestidos en miniatura de seda de araña y jugando al escondite con Lyla. Pero el aburrimiento inevitablemente se arrastraba, y, mirando por una ventana imponente, soñaba con volar por el cielo nocturno, lejos del opresivo y monótono castillo.

Su curiosidad floreció y anheló la aventura. Una noche fatídica, se acercó a su padre, implorándole que se uniera a ella afuera para un juego. Sin embargo, Miguel permaneció absorto en sus estratagemas para eliminar gradualmente a sus enemigos, indiferente al deseo de su hija de diversión inocente al aire libre.

Esta negligencia hirió el frágil corazón de Gabriella, pero no extinguió su determinación. Sin inmutarse, se aventuró más allá de los límites del castillo sin su consentimiento, cambiando a su pequeña forma de murciélago y volando en la noche a la luz de la luna. Se deleitaba con la suave caricia de la brisa nocturna, saboreando la libertad.

De repente, una misteriosa bolsa se materializó en el aire, engañando al joven vampira con un grito horrorizado. A pesar de sus frenéticos intentos de escapar y sus gritos desesperados para que su padre la rescatara, su diminuta forma de murciélago carecía de la fuerza y el conocimiento para transformarse de nuevo en su verdadero yo. En vano, ella quedó inconsciente, sus captores acechaban en las sombras, su mirada fija en su precioso premio.

Miguel permaneció ajeno a la ausencia de su hija hasta que Lyla, con su voz cargada de preocupación, interrumpió su concentración y preguntó sobre el paradero de Gabriella. El pánico lo agarró, y recorrió todos los rincones del vasto castillo, registrando los grandes salones, la cocina, las celdas subterráneas, los trasteros, la biblioteca e incluso su habitación. Pero su hija no estaba en ninguna parte.

Fue entonces cuando recordó la petición anterior de Gabriella para que la acompañara afuera. Una escalofriante realización se le alabó. Se transformó en un murciélago y recorrió los cielos, gritando el nombre de su hija en medio de las montañas que resuenan. Tomó tiempo, pero sus ojos telescópicos finalmente se ahogaron en una pequeña figura sin vida, extendida sobre hierba seca.

Descendiendo y volviendo a la forma humana, vio el cuerpo sin vida de Gabriella, su corazón perforado por una estaca de madera, su piel espolvoreada con cenizas. Lágrimas de sangre corrieron por la cara de Miguel, y se arrodilló angustiado, agarrando la forma sin vida de su hija. Era la primera vez que lloraba, un grito triste resonaba a lo largo de la noche. Lyla llegó demasiado tarde, uniéndose a la agonía de su lado.

The Cursed Count and the Sunlit Soul (FlowerFang)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora