Aquelarre (Omegaverso/GrimmIchi)

La bestia

¡Feliz Halloween! (atrasado)

Tenía esta historia en borradores desde hace un par de años, pero nunca la terminé hasta ahora. Planeaba sacarla el 31, pero es una biblia tremenda y me tomó muchísimo editarla, así que tómense su tiempo leyéndola y espero que les guste. Estas son las advertencias:

*AU fantasía moderna/omegaverso.

*Personajes algo OoC (Personalidad NO canon)

*Romance intenso.

*Ichigo no es un chico malo, sólo quiere ser él mismo (es un brujito queer y travieso)

*Grimmjow está listo para pelearse con el diablo o para convertirse en él a puñetazos.

*Humor.

*Mención de cosillas ritualistas/demoniacas.

*Misterio.

*¡Terror!

*Nada es lo que parece.

*Smut/Lemon explícito.

*Lenguaje vulgar/grosero.

*¡¡MPREG!!

*No olviden que está largo (32k)

¡Espero que lo disfruten!

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"En lo profundo de esa oscuridad mirando detenidamente, siempre estuve allí, preguntándome, temiendo, dudando, soñando sueños que ningún mortal jamás se atrevió a soñar antes".

Edgar Allan Poe.

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I

Nunca he sido un especial creedor de lo sobrenatural, pero al llegar a este lugar al que jamás creí volver no puedo evitar sentir algo extraño en el ambiente. Me refiero a Karakura, un poblado con la pequeña cantidad de tres mil quinientos habitantes, perdido entre las montañas y donde no hay más que bosque espeso con altos pinos por donde quiera que lo veas.

Muchas de las casas, por no decir el lugar entero parece haberse quedado suspendido en los malditos 1500s con tanta arquitectura antigua y gótica dándole al pueblo su aspecto tenebroso y vampiresco. Sin embargo, sé que lo tétrico no es más que una fachada al ver a varios adolescentes pasear por las aceras mirando sus celulares y riendo mientras que montones de personas más van y vienen como si nada.

Sólo es un poblado más.

Uno que es famoso debido a las leyendas de brujas y monstruos y el cual atrae montones de turistas todos los años. Peculiar sin duda o eso creo conforme me alejo del área concurrida para desviarme por un camino más solitario y con mucho bosque a los costados por unos minutos hasta que aún desde lejos veo una enorme casona que bien conozco y que ya tiene sus grandes rejas abiertas para entrar a la propiedad.

Si bien no nací en Karakura, pasé una temporada de mi niñez viviendo aquí con mi abuelo a petición de él y mi padre siendo el cretino que era, no dudó en venir y botarme.

El inmenso jardín está bardeado con una reja negra de picos altos mientras que muchísimos rosales, claramente secos debido a que nadie los ha cuidado en tantos años, rodean con sus espinas un lateral de la casa de un extraño y descarapelado azul marino.