¿Animal en...celo?

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El chapoteo húmedo resonó por toda la habitación, los sonidos sucios y lascivos contrastaban con cada embestida profunda que daba Suguru hacia el interior resbaladizo y cálido de Satoru.

─ Mierda, Suguru —  Susurró Satoru sin contenerse ante los empujes de su pareja. Las uñas de sus manos formaban medias lunas en la ancha y acanelada espalda de su novio, tenía tantas marcas que a Suguru no parecía importarle lo más mínimo si alguien las notara o no.

El perfume costoso y prominente de Satoru lo habían llevado a este punto.

El aglomerado de su desdichado novio siempre era caracterizado por tener demasiado dinero a su disposición, cargando con ropa ligeramente costosa y de alta gama, objetos que una persona con sueldo mínimo no podría costear y por supuesto, olores extravagantes que resaltaban la egocéntrica y atractiva personalidad que portaba su pareja. Últimamente a Suguru le había picado considerablemente su olfato por la hipnotizante colonia que Satoru había estado colocándose por todo su cuerpo esbelto.

Cada vez que tenía oportunidad, la aprovechaba para morder y olfatear el cuello contrario como un maldito animal en celo necesitado por las feromonas de su omega.

Joder, decir que no había tenido sus fantasías donde Satoru rogaba por más y más con ese bendito perfume que lo traía loco hasta médula sería cinismo en su máximo esplendor.

El día de hoy había comenzado normal, sino fuera porque Satoru lo visitó de improviso, tocando la puerta como un maldito niño pidiendo caramelos en pleno Halloween y obvio, como era más claro que el agua, el olor del albino lo golpeó ferozmente ni bien le abrió, dejándolo atontado como un tremendo estúpido por unos segundos que para él fueron minutos. Minutos largos y pesados. Cuando lo dejó pasar, lo único que supo después es que estaba besando a su novio descuidadamente, saboreando la esencia de chocolate que Satoru había comido.

Lo había desnudado, sin siquiera ser suave, olisqueando como un perro en las zonas más heterogéneas donde el olor se presentaba mucho más.

La vista era fascinante; Satoru con la boca entreabierta soltando improperios a la nada, ojos desorbitados y llorosos, el sudor perlando su precioso y sensual cuerpo, las piernas enroscadas en sus caderas para llegar aún más profundo, la entrada compungida y rosada. Sobreestimulada. Marcas y muchas marcas, hechas por Suguru.

─ Suguru...— Habló entre gemidos Satoru antes de empujarlo y explorar nuevamente la cavidad bucal de su amante. Lenguas y dientes chocaron pero eso no importaba para nada. El cabello de Suguru caía como cascada entre las clavículas de Satoru. Y Gojou tomaba como impulso sus hebras azabaches para comunicarle que quería ir más rápido, más fuerte, más duro.

El azabache no perdió el tiempo, se separó y nuevamente mordió sin delicadeza el pálido cuello, haciendo que el más alto suelte un sonoro y gutural gemido, los dientes habían perforado la sensible piel, logrando que un hilo de sangre caiga, pero antes de que resbale más, Getou chupó con un poco de suavidad la zona afectada separándose de él.

─ Eres mío, solo mío, Satoru. ¿Lo entiendes? — Preguntó chupando el pecho contrario. El albino asintió ido. El mayor lo volteó, tomando sus caderas del alto, posiblemente dejará marcas más adelante pero eso no era relevante. Nada era relevante si se trataba de darle placer a su pareja.

Satoru aplastó su cabeza contra la almohada y por supuesto, Getou no lo dejó, jaló de sus delgados cabellos hasta que la espalda de Satoru quedó pegada en su pecho. Los pezones rosados del ojiceleste estaban erectos y Getou los tomó, una mano pellizco uno los botoncitos, acariciando la areola.

Mientras Satoru gemía sin control, disfrutando de cada empuje agresivo por parte de su novio, sentía su vista nublada y como Suguru seguía maltratando su piel de manera negligente. No obstante, no le interesaba, Suguru seguía y seguía dándole lo que él quería.

Fraganza [Sugusato]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora