Su mesa

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Fran Foster.

Nunca me gustó madrugar, pero mis padres siempre me obligaron a estudiar de mañana, ya que decían que ir de tarde me desacomodaría los horarios. Odie los doce años que estudié hasta que comencé la facultad y pude por fin estudiar de tarde. El dinero nunca sobró en mi familia, pero desde que a mi padre le ascendieron de cargo, la cosa cambió. Hace menos de un año pensaría que debería encontrar un trabajo para poder vivir en la ciudad donde estudiaría, pero dios me escuchó y, desde ese ascenso, mis padres de dijeron que no sería necesario que yo trabaje, lo cual significaba tener más tiempo, no tener que ir de mañana, no madrugar, y me encantaba.

Me desperté a las 9. Puede parecer para algunos temprano, pero yo dije que odio madrugar, con eso me refiero a despertarme a las 7 de la mañana y en el peor de los casos 6:30, pero a las nueve no me molestaba, tampoco soy vago.

De hecho me encanta salir a correr en la mañana, no lo hago diario, pero trato de hacerlo dos o tres veces por semana. Desayuné unos sándwiches de jamón y queso, y un café con leche antes de salir a correr.

Vuelvo a eso de las 11:30 a casa, me preparo una comida saludable, me gusta cuidarme. Luego me marcho para la facultad. Gracias a dios hoy es viernes, quiero quedarme a descansar todo el día de mañana. No acostumbro a no hacer nada, pero esta semana ha sido agotadora.

Llego a la facultad cuando me encuentro con Federico, el es mi mejor amigo, se podría decir, lo conozco desde siempre y paso con él todo el tiempo, pero no nos contamos mucho de nuestras vidas.

Las dos primeras clases pasan rápido, no es que sea un genio, pero se me da bastante bien mi ámbito. He decidido estudiar administración de empresas, para poder abrir la mía algún día.

En el intervalo, decido ir a comer algo a la cafetería, nos dan 30 minutos. Ya sentado, me percato de ver entrar a Amara. No me malinterpreten, no me gusta ni me parece la más brillante, pero cuando entra el ambiente cambia, desde mi lugar se oyen sus chistes, su amabilidad al hablar y todas las personas que vienen detrás de ella. Es la típica chica popular, que siempre quiere destacar y estar rodeada de gente. En mi opinión, patética.

Me llama la atención de que venga hacia mi, y cuando noto eso decidido irme. Hasta que la escucho hablar.

-Disculpa, estás sentado en mi mesa-. Dice ella con una amabilidad empalagosa.

En el momento en que lo escucho, decido no moverme de este lugar.

-Disculpa, princesa -le digo en un tono evidentemente irónico, esperando que se enfade, pero su expresión no cambia-. No he visto tu nombre en él al apoyar mi culo en el banco.

-No lo está, simplemente que me siento siempre aquí y me gustaría sentarme hoy también, así que sino te molesta...

-Pues eso no hace que sea tuyo ¿sabes? Tengo el mismo derecho que tú de sentarme aquí-. Yo no soy bobo, me percaté desde un principio el cúmulo de gente que tiene detrás, así que me lo recuerdo, y para evitar problemas añado: -pero terminé la comida, así que como es una perdida de tiempo discutir con alguien que no tiene nada más que pelo en su cabeza, me marcho.

Con eso decido ponerme mis auriculares y volver a clase, ni siquiera me molesté en recoger mi bandeja, que lo haga ella si tiene tantas ganas de sentarse en ese lugar.

Gracias a dios no nos cruzamos seguido, y hoy me levanté medio cruzado de cables, si no estuviera tan cansado y ella no me hubiera agarrado de mal humor, ni siquiera hubiera protestado.

Un deje de esa chica era suficiente por un mes entero, pero como mi jodida suerte no es más que eso, jodida, me la encuentro a la salida.

-¡Hey, Foster!

Su voz suena como una campana mientras viene trotando hacia mi. La miro con una cara sincera, no molesta, sincera.

-¿Qué problema tienes?

-Seguro que más de los que tu tienes en la cabeza no-. Me mira atónita -¿qué? ¿Crees que a todo el mundo le tienes que caer bien o qué? -Me saco una vez más.

-No es eso, pero que te caiga mal no significa que debas tratarme así.

-Así trato a la gente maleducada.

-Soy más educada que tú, al parecer.

-Venirme a reclamar una mesa que no te pertenece cuando hay muchas más libres no es muy educado de tu parte-. No sé en que momento detuve mi paso, pero vuelvo a caminar mientras ella me sigue. Le saco una cabeza y dudo que más si se sacara esas botas de plataforma que tiene puestas ahora mismo.

-No quise sonar maleducada con eso, intenté pedírtelo de la mejor forma que se me ocurrió, lo siento. Pero no era para tanto, a mi parecer.

-Me has agarrado de mal humor -añado con esperanza de que se rinda y me deje en paz.

-Y cansado. -Dice mirándome a los ojos con un deje de intriga en ellos.

-Qué sabes tú.

-Lo puedo notar en ti. No estás igual que siempre.

-Lo dices como si me vieras a diario.

-De hecho si, siempre te veo en los pasillos o al entrar a la facultad -no creo que esté diciendo eso, no creo que haya prestado atención en eso-. No quiero sonar acosadora -agrega viendo la confusión en mi rostro. -Pero simplemente le presto atención a todo.

-Pues ya lo sabes, no tengo ningún problema contigo.

-Vale, lo siento si te molesté, que tengas buen fin de semana.

Cómo siempre, solo quiere caerle bien a la gente, es egocéntrica, quiere el mundo a sus pies. Es una lástima, porque es muy bonita de hecho.

Llego al departamento con muchas ganas de dormir, pero lamentablemente primero debo hacer algunas tareas. Las realizo, me ducho, ceno y duermo. Ese es mi día a día, sin más, salgo muy poco, más los fines de semana.

Este sábado me invitaron a una fiesta, a la cual dudo mucho si debería asistir. Prefiero dormir, sin embargo, creo que despejarme no me haría nada mal.

Por más que odie admitirlo, mi vida social es un asco.

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⏰ Last updated: Apr 18 ⏰

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El camino hacia la felicidadWhere stories live. Discover now