los dos siendo uno

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— Deberíamos intentarlo — propuso Ignacio.

— ¿Intentar qué?

— Dios, Bri, intentar besarnos.

Brian creyó haber perdido totalmente el hilo de la conversación.

¿Qué? ¿Escuchó bien?

Buscó algún indicio de que su amigo esté bromeando, pero no encontró nada. El rostro de Ignacio nunca se había visto tan decidido, para una idea que, a ojos de Brian, parecía absurda.

— ¿Estas loco? Sería como besar a un primo — Aguirre se negó, sin dejar de pensar en lo morboso que era el plan — aparte no soy gay.

Maestro rodó los ojos, cansado de que su mejor amigo crea que podía mentirle a él. Ignacio conocía a Brian de arriba hacia abajo, pieza por pieza, podía armarlo y desarmarlo a su gusto, que lo dejaría tal cual como estaba.

— Ya se, Bri, sos bi.

Ahora fue el turno de Aguirre de mostrarse exasperado ante la resistencia de su amigo. Igual sí, tenía razón, pero odiaba que lo conozca tanto al punto de poder descifrarlo. Brian no podía ocultarle nada porque, tarde o temprano, lo descubriría.

— Bueno, si, si, miremos la película.

Aguirre agarró el control para volver a arrancarla desde donde la dejaron, pero  Maestro Puch lo tomó por la mandibula, agarrandolo con una mano, impidiendo que logre su objetivo.

Estaban peligrosamente cerca, uno del otro. Brian se puso nervioso, pero se obligó a relajarse para no delatarse ante el mayor. De todas formas, falló.

La mano de Ignacio le acarició la cara con suavidad, era algo rasposa pero se sentía cálida, no supo en qué momento se acurrucó ante el toque, pidiendo por más.

Maestro suspiró ante la imagen frente a él, percibiendo como su cuerpo colapsaba de satisfacción. Brian había cerrado sus ojitos y parecía sereno, como si estuviera en un lugar donde se sintiera tan seguro como para poder bajar sus defensas.

Ignacio anhelaba, con todo su ser, que Brian lo considere su hogar, justo como lo hacia él. Lo quería tanto, que pensar en un futuro donde no estén juntos, lo angustiaba.

Nunca se había planteado la idea de tener una relación romantica con Aguirre, pero sí estaba seguro de querer pasar una vida entera junto a él.

Maestro no podía, ni quería, pensar en el momento en que les toque separarse. El instante en donde Brian encuentre alguien digno de recibir todo el cariño que tiene para dar, alguien lo suficientemente honesto como para jurarle la lealtad que merece. 

Ignacio quería que encuentre a ese alguien, se negaba a ser egoísta e impedir que su mejor amigo sea feliz. Esperaba realmente que halle a la persona indicada, capaz de generarle cosquillas en la panza.

Una lágrima se resbaló por la mejilla de Maestro Puch, golpeando justo sobre Brian, quien, confundido, abrió los ojos saliendo de su trance.

— ¿Qué pasó, bebé? ¿Por qué lloras?

Brian, la mayoría de las veces, solía usar adjetivos cariñosos cuando notaba que su amigo estaba triste, dejándolo a él preocupado en el camino.

— No quiero perderte — susurró, — no me imagino una vida sin vos, Bri.

— Pero tonto, ¿qué decis? — Brian intercambió la pose, siendo él quien sostenía la cabeza de Ignacio en su regazo, mientras le masajeaba el cuero cabelludo — vamos a estar toda una vida juntos, lo prometo.

Ignacio quería hallar una forma para sellar la promesa, para tener la seguridad de que las cosas iban a suceder justo como su amigo lo prometía. Quería sentir la tranquilidad de que, podrían pasarle miles de cosas malas, pero Brian siempre iba a estar a su lado, jamás lo dejaría solo.

Sin embargo, se limitó a asentir, entregándose a un futuro incierto que lo descolocaba.

Brian se levantó del sillón, ofreciéndole la mano a su amigo para que lo acompañara a la cocina.

Cocinaron fideos con crema, al ritmo de La Melodía de Dios de Tan Bionica, cantandose a gritos que con ellos juntos la vida era un cuatro de noviembre constante.

Ambos eran conscientes de que atrasarian las horas que sean necesarias para volver a encontrarse, una y otra vez.

Esa noche decidieron dormir juntos, habían terminado cansados y con una carga emocional importante. Necesitaban de la compañía del otro para desestresarse, con caricias y abrazos.

— Creo que sí — habló Brian, en voz baja, procurando guardar un secreto.

— ¿Qué sí qué? — preguntó un medio adormilado, Ignacio.

— Qué deberíamos intentarlo.

— ¿Intentar qué?

Brian rodó los ojos, sosteniendo que su amigo, si se lo proponía, podía ser un supertonto, capaz de arruinar cualquier aura de intensidad y tensión. Pero lo adoraba, así como era, no lo cambiaría en nada.

— Intentar besarnos, boludo.

Ignacio abrió los ojos, sorprendido de que Brian haya estado reflexionando sobre la idea.

— ¿Estas seguro? No tenemos porqué hacerlo si vos no queres o no estás convencido, en serio, Bri.

El menor sonrió, encantado de tanta ternura. Amaba cuando su amigo lo trataba con cuidado, como si fuera algo frágil, delicado. Le gustaba sentirse protegido e importante. Le gustaba que Ignacio lo haga sentir así.

Brian lo sostuvo, con las dos manos, y le plantó un beso. Un beso casto, carente de movimientos. Un roce de bocas, ansiosas por seguir, pero demasiado tímidas para intentar algo más.

Se separaron y se dedicaron una sonrisa recíproca.

Brian, justo en ese momento, sintió que Ignacio desprendía toda la calidez que le hacía falta. Que su corazón no le pertenecía a nadie más que a su mejor amigo, que era él quien se lo llena de sangre antes de darle paso a cada latido, brindándole la fuerza exacta para que se contraiga e impulse.

— Te amo — susurró, de forma distinta a como se lo decia cotidianamente.

Ignacio entendió como lo dijo, el sentido del mensaje. Sintió que su corazón quería salir disparado, apretando con fuerza, acumulando lágrimas nerviosas en sus ojos. ¿Será?

Brian no le dio paso a la confusión, ni mucho menos a la inseguridad, juntando sus labios con los de Ignacio, en un beso que ahora sí les hacía justicia.

Las manos inquietas de Brian atraían a Ignacio para que se pegue a él, con el fin de recordarle que le pertenecía, mientras suspiraba en cada roce de lenguas, que lo hacía moverse, inconscientemente, en busca de más contacto.

Las manos curiosas de Maestro Puch, tocaban a Brian por todos lados, con admiración. Sentía la necesidad de fusionarse con el menor, de hacerlo sentir que iba a hacer todo lo posible para convertirlo en el chico más feliz del mundo.

Ignacio y Brian, juntos, irradiaban magia, creando algo único y diferente. Están envueltos por una mezcla homogénea de amor que se mantiene intacta con el correr del tiempo.

El lazo de ellos es secreto, construyeron muros para poder protegerse de las miradas ajenas y dañinas que solo buscan corromperlos.

A pesar de esto, van dejando huellas y pistas al rededor, para que haya testigos de su fiel amor. Un amor significativo, importante, trascendente.

lo que siento por vos; bruchitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora