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Una fría noche de inicios de febrero, el cielo se cubría el cielo de estrellas, mientras Leonidas, el formidable guerrero de la antigua Esparta, se encaminaba por las solitarias calles hacia el bar del Ragnarok

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Una fría noche de inicios de febrero, el cielo se cubría el cielo de estrellas, mientras Leonidas, el formidable guerrero de la antigua Esparta, se encaminaba por las solitarias calles hacia el bar del Ragnarok.

La neblina que se deslizaba por las callejuelas apenas dejaba rastros de su enorme figura, sumergiéndolo en la penumbra de la noche.
Sus pasos resonaban en la quietud, marcando un ritmo constante y decidido hacia su destino.

El bar, un lugar bien cuidado y reconocido en el mundo de los dioses, era el refugio ocasional del mortal.
La madera oscura de las paredes y el resplandor de las antorchas creaban una atmósfera acogedora.
Siempre habían sonidos de risas y conversaciones que llenaban el aire, mientras las deidades disfrutaban de sus bebidas y se relajaban en medio de la eternidad.

Entró con un porte seguro, su mirada siempre fija en la barra.
Era un sitio donde a menudo se le veía compartiendo historias de sus hazañas con sus compañeros humanos y donde podía disfrutar de uno de sus placeres favoritos: un cigarrillo.

Pero su costumbre de fumar no era del agrado de todos, especialmente de Apolo, su pareja desde hace un año y medio.

La noche prometía ser interesante y estaba listo para encontrarse con su amigo Indra, otro amante del tabaco, para una reunión llena de charlas animadas o reflexiones ocasionales.

¿Cómo se desarrollaría esta reunión en el misterioso bar?

Eso estaba por verse...

Mientras buscaba un asiento en el bullicioso lugar, divisó a lo lejos la figura de Indra.
Este último, con su característica mueca serena, lo llamaba a mano alzada.

Habían forjado su vínculo en un día ajetreado, cuando los dioses y humanos que participaron en el Ragnarok se reunieron.
Ambos compartían el hábito de fumar, lo que los llevó a encontrarse a las afueras del recinto, lejos de los ojos y oídos curiosos.

Desde entonces, su amistad se había fortalecido.

Leonidas se acercó a la mesa de Indra con su imponente presencia, mientras este último lo saludaba con un gesto casual.
- ¡Leo, mi amigo! Siempre es un placer verte por aquí.
Dice con una sonrisa relajada.

El mencionado le devolvió el saludo con un gesto de la cabeza y un ruido de aprobación gutural, expresando su gusto por compartir la noche en buena compañía.

Los dos hombres, cada uno con su cigarro, se sentaron para una noche más en ese punto de reunión.

Mientras compartían cigarrillos, comentaron sobre el clima fresco y cómo la neblina parecía abrazar la ciudad en la fría noche de febrero.

Indra mencionó en tono jocoso:
- Este clima parece hacer que los dioses se vuelvan más serios que de costumbre. Mi amado apenas habla estás noches y eso que es callado de nacimiento~

ଘ 𝖿ᥱᑲrᥙᥲrᥡ ᥴіgᥲrᥱ𝗍𝗍ᥱs ও αթօlҽօ 🩷ᰔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora