Amaré.

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Es en el día a día que logro notar la soledad de mi espíritu. Acurrucarme en mi cama cada noche se siente tan frío, busco siempre una manera de encontrar el calor que no siento diario. La falta de intercambio de ideas me mata, encerrándome en mi burbuja ideal, donde termino creyendo que mi verdad es la única correcta. Soy terco, no dejo ir a los demás. Los guardo doblados y estrujados en mi corazón, esperando que sus versiones reales vuelvan a mí, todo para encontrarme en la situación donde nunca vuelven.

Espanto a las personas con mis emociones intensas. Siento todo, pero muy fuerte. Eso aleja a las personas. Un pequeño estruendo puede ocasionar en mi una batalla campal con la persona más cercana. Aprender a controlar mi enojo sería lo mejor, pero el no saber por donde empezar me abruma y me hace olvidar por qué en un inicio empecé.

Hay gente, hay personas, humanos, respirando, moviéndose, hablando, pero no conmigo. Por eso estoy solo, nada es conmigo. Nada nunca me incluirá de manera orgánica, siempre seré la figura amorfa que se intenta meter a la fuerza en un esquema perfecto. No sirvo para mucho, mis lágrimas fueron secadas hace tiempo y mis dedos cortados uno por uno. Estoy atrapado en un bucle, de soledad y monotonía.

Los cabellos de mi cabeza crecen, mi estatura incrementa y subo de peso, crezco por fuera, pero ¿qué pasa con el interior? Siempre seré el intenso y aburrido chico que solo está para hacer reír unos minutos y luego despedirse por siempre. Extraño a cada persona que estuvo y se fue. Extraño a cada persona que traje y saqué. Y amaré con toda mi alma a mi antiguo yo, quien sigue herido por sí mismo.

El esposo de la soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora