2|🌼Hazte la dura🌼

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EVAN

Tres palabras.

Odio.

La.

Escuela.

Y no entiendo cómo Elisa puede llegar todos los días con tan buen humor.

Me senté en una de las últimas mesas y comencé a sacar mis cosas, sin siquiera dirigirle la palabra a nadie.

No era nada nuevo, la gente al parecer no me tenía en cuenta, y realmente no es como si lo necesitara.

Había aprendido que era mejor estar solo. Y que llamar la atención no era lo más apropiado si querías mantenerte alejado de todo.

Pero claro, siempre existen esas otras personas, que más para alegrarte el día, llegan para romper todas tus reglas.

—Hola, holaaaaa —saludó con su habitual sonrisa—. ¿Cómo amaneció don ego está mañana? —dijo apoyando sus manos en mi mesa— O vamos, no me mires así.

—No te miro de ninguna manera.

—Exacto, no me miras.

—¿Tú quieres que te mire?

—¡Obvio que si! —Tomó mi rostro entre sus manos y me giró en dirección a ella— Vamos, hoy no seas un amargadito.

Mi mirada bajó desde sus ojos a sus labios.

Concéntrate.

Uhhhhhhhh.

—Yo no soy un amargadito —dije entre dientes y me aparté.

—Oh, si que lo eres.

¿Es que ella no se daba cuenta de lo que hacía?

Un día eso le traería problemas.

¿No debería no importarte?

No lo hace.

Claro, claro.

—No me ignores —Ni el gato con botas hacía esas caras.

—La clase ya va a empezar.

—Como quieras —Soltó un largo suspiro cansado y se fue a su asiento.

Él no es un chico malo, solo quiere ser él mismo.

Fijé mi vista en su cabellera rubia y los recuerdos de cuando éramos pequeños comenzaron a hacerse espacio en mi mente.

La manera en la que siempre, aunque ella estuviera peor que yo, trataba de sacarme una sonrisa. Cómo después de clases íbamos al pequeño parque que había a unas cuadras de nuestras casas para ver el atardecer. 

La noche en que le confesé que me daba miedo la oscuridad, y como ella me respondió que mientras estuviera con ella, todo estaría bien.

La primera vez que mis padres pelearon y yo fui corriendo a donde ella.

El día del juicio como ella se quedó conmigo hasta el final.

Y las escapadas que nos dábamos en las madrugadas al balcón del otro.

Una oleada de nostalgia me invadió y una pequeña sonrisa se formó en mis labios.

La miré una vez más, como hablaba animadamente con una de sus amigas, la manera en la que sus ojos brillaban ante cualquier cosa que le dijeran.

¿Que mierda hago?

Aparté la vista de inmediato. Pensé en por qué me mudé unos días antes de que comenzarán las vacaciones el verano de 2016.

Las Reglas de Un Corazón Roto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora