Idilio Lunar

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En una tarde calurosa en la ciudad, aguardaba ansioso la llegada de esa persona tan especial en mi vida, mi actual pareja. Cuando por fin llegó, fui rápido en asistirla con su maleta y pronto nos sumergimos en una charla animada. Nos sentamos en el acogedor comedor, donde las risas se mezclaban con la charla, y pronto empezamos a compartir la cena, como si estuviéramos en sintonía.

Preparé mi maleta de camping en el cuarto, asegurándome de tener todo lo necesario para nuestra aventura. Sujeté la carpa y juntos emprendimos el viaje. Nos dirigimos al transitado portal de Transmilenio en la zona norte, un recorrido que nos llevó aproximadamente una hora. Tras llegar, nos abastecimos en el supermercado cercano, asegurándonos de tener todos los víveres esenciales para nuestro destino. Luego, en la autopista norte, con un simple gesto, conseguimos detener el transporte que nos llevaría hacia Chocontá, el lugar que buscábamos se encontraba cerca.

A través de las ventanas del autobús, disfrutamos de la vista de los exuberantes pastizales, los serpenteantes senderos y los majestuosos bosques. El sol comenzó a declinar en el horizonte, tiñendo el cielo de tonalidades doradas y rojizas. Después de casi dos horas de travesía, finalmente llegamos a la entrada de la represa del Sisga. Nos aventuramos entre los árboles hasta encontrar un claro donde montamos nuestra carpa, encendimos una fogata con algunas leñas y un encendedor, iluminando nuestro pequeño refugio en la naturaleza.

Con la llegada de la noche, la hoguera empezó a ceder, su llama parpadeando antes de extinguirse por completo. Las horas avanzaban, aunque el tiempo parecía perder su significado. Sin preocuparnos por la hora, tomé la mano de mi amada y nos dirigimos hacia la orilla de la represa. Allí, nos sentamos en la penumbra, rodeados por el murmullo del agua. Encendimos un pequeño parlante que traíamos con nosotros y abrimos una botella de ron, saboreando su suave calidez mientras brindábamos por la noche mágica que teníamos por delante. En medio del frescor nocturno, nuestras voces llenaban el aire con melodías que parecían acariciar la noche.

El reflejo de la luna sobre las quietas aguas de la represa era una vista maravillosa. El cielo nocturno estaba salpicado de estrellas brillantes, un centenar de destellos en la inmensidad del firmamento. En silencio, me dejé llevar por la música, contemplando con una sensación de paz ese hermoso panorama, disfrutando de la inigualable compañía. Fue uno de los momentos más serenos de mi vida, un instante de pura felicidad que desde entonces ha marcado el rumbo de nuestras vivencias juntos, consolidando un antes y un después en nuestra historia. Una compañía tan especial merece relatos que inmortalicen la profundidad y la belleza de esos instantes compartidos.



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