El último ángel del cielo

prólogo

Hace exactamente 400 años, se desató una encarnizada batalla entre los Ángeles y los Demonios por el control absoluto sobre la humanidad. Este sangriento conflicto, conocido como la guerra santa, dejó un rastro de destrucción y caos a su paso.

Durante la confrontación, ambos bandos sufrían pérdidas considerables de hombres y poder divino. Las fuerzas de ataque se debilitaban progresivamente, sin dar indicios de una victoria definitiva para alguno de ellos. Sin embargo, ese destino estaría a punto de cambiar.

En el último combate, presenciado únicamente por los ojos de Dios y el Diablo, estos antiguos enemigos se enfrentaron en una batalla épica. Las explosiones divinas iluminaron el oscuro cielo y, finalmente, el Diablo perdió su vida, otorgando la victoria a los Ángeles y al mismísimo Dios.

Se cuenta que de los 2.844.000 Ángeles que valientemente participaron en la guerra, solo 972 lograron sobrevivir, emergiendo como los triunfadores indiscutibles de esta desgarradora contienda.

Un año después de que los ecos de la guerra santa se desvanecieran, Dios convocó a sus siete Ángeles más poderosos: Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Chamuel, Jofiel y Zadquiel. Fueron reunidos en el glorioso Reino Celestial para recibir importantes tareas que asegurarían la protección y el destino de la humanidad.

A mí, como uno de los Ángeles elegidos, se me encomendó una tarea crucial: descender al mundo humano y velar por la seguridad de los inocentes, protegiéndolos de los Demonios que aún merodeaban en las sombras. Mi misión estaba programada inicialmente para durar un periodo de 50 años, pero el tiempo ha jugado en mi contra.

Han transcurrido tres siglos completos desde que comencé mi deber de guardianía sobre los humanos. Siglos llenos de batallas incansables, desafíos imprevistos y un constante combate contra el mal que acechaba en cada rincón del mundo mortal.

Sin embargo, en un día aparentemente común, ocurrió algo que sacudió los cimientos de mi existencia y desencadenó un evento que cambiaría no solo mi propio destino, sino también el destino mismo de la humanidad.