El suertudo

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Ya llevaba media hora explicándole a Anthony porqué tenía que usar una syrgasmask y una vitall. El chico cuatro ojos no acababa de entender que estaban en el mismísimo fin del mundo.

─Entonces... ¿El aire se acabó? ¿Se esfumó así de la nada?

─Aparentemente, sí.─ replicó Alexandra, cansada de tantas preguntas

─¡Pero eso es imposible! Aguarda... ¿aparentemente?

─¡Por Dios! ¡Que se fue! ¡Chú chú! El aire se montó en un tren y se largó de este mundo. ¿Entiendes?─ exclamó irritada

─...sí

Estaba sorprendido por la falta de paciencia de Alexandra. Tengo paciencia para las cosas que deberían ser a largo plazo, pero no para las de corto plazo. Decía esta al respecto. Quizá debería dejar de hacer preguntas... pero en su cabeza rondaba una duda que tenía que aclarar.

─¿Entonces cómo pude sobrevivir sin una vitall?

Silencio. Esa pregunta creó un vacío que se aferró a cada átomo de la atmósfera. La joven no dijo ninguna palabra.

─¿Alexandra?

─No lo sé.

Era la primera vez que la oía decir eso. La falta de una explicación científica para algo no es natural en ella. Apenas la conocía, pero eso ya le había quedado meridianamente claro.

─Supongo que el hecho de que la librería estaba completamente cerrada ayudó a mantener el aire... el 19 de septiembre del 2,582 a las 3 pm ¿¡dónde estabas!?

─Ehhh, aquí. Eso fue hace un mes, ¿porqué preguntas?

─Ese fue el día en que comenzó todo. ¿La biblioteca, estaba cerrada?

─Sí. Solo estaba yo, acomodando los libros, como de costumbre en mi turno.

─¿Y qué hiciste luego?─ preguntó con el ceño fruncido

─Vi por las ventanas que la gente estaba loca y... muchos murieron. Me encerré aquí, pues había un buen suplido de alimentos.

Nuevamente silencio. Eso sí era constante, mientras Alexandra medita, necesita silencio. Mucho silencio. Así que no se atrevió a decir ni una palabra.

─Vale─ interrumpió ella ─eso explica muchas cosas. Como que no te has bañado por un mes...

Anthony se sonrojó.

─Sí... bueno... El servicio de agua se cortó así que...─ se rindió ─ ¡Pero me limpié con toallitas húmedas!

Alexandra rió.

─Sí... claro─ dijo entre carcajadas

─¡En serio!

Alexandra volteó uno de los barriles y se sentó. Llevaba una camisilla color vino un poco ajustada, un pañuelo azul atado en la muñeca derecha y un reloj en la izquierda. Junto con un pantalón corto y un abrigo color militar atado a la cintura. Además, llevaba un bulto de estos que se colocan cruzando un hombro, como los de computadoras portátiles. Y una mochila. Ninguna prenda de ropa muy limpia, todas lucían manchas, había tenido un día duro en las calles. A Anthony le llamó la atención el abrigo militar.

─¿Eres militar?

─¿Qué?─

─Por el... ─ dijo señalando un poco el abrigo

─¿Por esto?─ casi explota a carcajadas –No, no... no soy militar... es de mi padre. Él sí es un gran guerrero. Me enseñó todo lo que sé.

─Ohh.

Guerra por el aireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora