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El velo del día comienza a desprenderse del éter y sus últimos vestigios entibian la espalda de Satoru Gojo. Se cuelan por los amplios cristales de la ventana, al igual que el sublime paisaje. Es un atardecer bello y pacífico, de esos que detesta.
Son su peor enemigo.
El Infinito no puede protegerlo de sus demonios internos. No puede repeler los recuerdos deletéreos, ni acallar su fantasma. Se arrellana en la silla después de acomodarse la banda para que ningún rayo del crepúsculo se filtre por los bordes.
Satoru...
Aprieta los párpados. Se le aprieta el corazón.
"Oye, Satoru..."
"¡Satoru!"
"Mira esto, Satoru".
"Lo siento, Satoru..."
Aquella voz tierna y suave como canción de cuna lo va arrastrando a la inconsciencia. Paradojalmente, es cuando más consciente se vuelve de los errores que cometió. De su vacío. De su soledad.
Él le sonríe en algún lugar de su mente.
Es cálido. Quiere regresar.
Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás...
"¿Eres el más fuerte porque eres Satoru Gojo o eres Satoru Gojo porque eres el más fuerte?"
Gojo se deja ir, succionado por un bucle de desconcierto y dolor. Se entrega a las garras de sus memorias y anhelos desvencijados. Quizás, en algún momento, en algún lugar de sus sueños, la vida les sonría a ambos.
Aunque sea en una fantasía, quiere volver a verlo.
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2011
Geto está leyendo un thriller a la sombra de un árbol y Shoko ocupada con su móvil mientras fuma un cigarrillo, lo que decanta en un Gojo aburrido y quejumbroso.
—¡Maleducados sin clase! —reclama, indignado.
—Joder —bufa Shoko—. Cierra la puta boca.
Gojo la desafía con la mirada, pero como la hechicera se mantiene prendida a su teléfono, su frustración arrecia. Sube de a tres escalones como él cuando llega tarde a las clases de su mentor. Qué terrible afrenta. Ha perdido ante un aparato de mierda y una historia de mierda.
