Satoru se sobresalta cuando la puerta del cuarto se cierra a sus espaldas. Lo surreal de la situación lo tiene con el corazón desbocado y lo ha convertido en un conejito medroso. Necesita que alguien lo pellizque para asegurarse de que el Suguru que tiene enfrente, quitándose el suéter, es real.
Su mejor amigo se toma la prenda por los bordes y levanta los brazos, descubriendo una espalda de piel impoluta. Con un movimiento desgairado, la deja caer al suelo. O eso intuye Gojo. En realidad no sabe adónde fue a parar el suéter, se ha quedado patidifuso recorriendo con la mirada el surco de su columna, contorneado por músculos hercúleos.
—¿Satoru?
La voz etérea de Suguru le hace desplazar la atención a su rostro.
—Ah... Uhm... ¿q-qué haces? —balbucea como un gilipollas. Suguru levanta una ceja.
—Pues... me quito el suéter.
—Ya. —Gojo carraspea, cohibido. Nunca había estado tan fuera de sí como ahora—. ¿Y por qué?
Geto se muerde el labio, abortando lo que aspiraba a ser una sonrisita socarrona.
—Está mojado —le recuerda.
—Oh...
Gojo se rasca la nuca. No sabe dónde demonios posar los ojos, y tampoco le ayuda que por inercia y costumbre se arrastren hacia el culo de Suguru. Con el torso idílico al descubierto y los pantalones baggy, la tiene difícil para alejar de su campo de visión la curva prominente de sus nalgas.
—Satoru... ¿se te ha olvidado algo? —La voz de angelito disuena con la perversa diversión patente en su rostro. Genera turbulencias en el corazón de Gojo. Y en su entrepierna. Traga saliva y recita internamente el himno de Japón—. ¿Qué haces aquí?
¿Qué hace aquí? Buena pregunta. Se aclara la garganta nuevamente antes de improvisar:
—Quería asegurarme de que llegaras a salvo a tu cuarto.
—Oh... —Suguru asiente en un fingido gesto comprensivo—. ¿Y por qué estaría en peligro aquí? Solo un hechicero de clase especial podría atravesar las barreras.
—Bueno... Podrías... haberte caído.
Las resistencias de Suguru finalmente claudican y estalla en risas. Satoru hace una mueca.
—Claro, podría caerme en cualquier momento...
—Suguru, estás burlándote de mí —sentencia con reproche.
Cuando las carcajadas menguan, Suguru las remata con un suspiro y se queda en silencio. Le mira fijamente... y se deja caer.
Los ojos de Gojo se desorbitan, pero su reacción es inmediata. Instintiva. Ni el pisco en su sangre es suficiente para aletargarlo. Ataja a Suguru en un lapso suprahumano, haciéndole honor a su título —uno de los tantos— de el hechicero más rápido. Lamentablemente, su equilibrio aún está sufriendo las consecuencias de ese maldito vaso que se zampó. Y Suguru no es exactamente liviano. Por ecuación, la gravedad les gana otra jugada.
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Púrpura {SatoSugu}
FanfictionLo que Gege no se animó a contar. ♡ +18 ♡ Todos los derechos reservados. Prohibida su copia o adaptación.