Cuando no miras hacia mí

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Yona tuvo que dedicar buena parte de la mañana a tranquilizar a los demás y convencerles de que se encontraba bien. Pese a que no era culpa de ellos, se sentían responsables de lo que le había sucedido durante la noche porque no le habían protegido. Pese a sus esmeros en dejarles en claro que la responsabilidad solo era de ella, no logró quitarles la sensación de responsabilidad.

Hak estuvo todo el tiempo en silencio, y luego de un rato se había alejado asegurando que tenía que volver a inspeccionar la zona para asegurarse que no había moros en la costa. Shin le miró con interrogación cuando se marchaba y Hak le pidió que no dijera nada con un gesto. Shin y Hak sabían que no había necesidad de revisar los alrededores, porque no había soldados ni ninguna persona en muchos kilómetros, pero era su escusa para poder alejarse y tener un momento de soledad.

No es que realmente quisiera estar lejos del resto, pero todo lo sucedido en el último tiempo le había alterado como nada en su vida. Él tenía que protegerla y le había fallado ya en dos ocasiones, y Yona había corrido grave peligro.

Golpeó con fuerza un árbol cercano, que se estremeció ante el impacto y varias hojas cayeron en el suelo.

No podía perderla, no podía soportar siquiera la idea de que la hubiesen lastimado mientras él no se encontraba allí.

-Dije que no necesitaba compañía.

Alzó la vista y Jae-Ha le sonrió con malicia.

-Pensé que querrías apoyo por tu pena de amor.

Hak volvió a golpear el árbol haciendo que este se moviera bruscamente y Jae-Ha saltó aterrizando a pocos metros de él.

-¡Hey la violencia es innecesaria!

-¡Cállate!

-No tienes la culpa de lo que pasó, fue de todos.

Él no lo veía así, Yona era su responsabilidad, le había prometido al rey que la protegería.

-Yo debí estar allí.

-Nosotros también.

Él no lo entendía.

-¡No lo entiendes!- exclamó exasperado Hak mientras volteaba a verle. Jae- Ha se sorprendió al ver la ira en sus ojos- Yo tenía que estar en la carpa con ella, pero estaba durmiendo en otro lugar. Si hubiese estado allí habría visto que se marchaba y la hubiese seguido.

-Debes haber tenido tus motivos para no estar allí.

Claro que los tenía, unos motivos que casi le costaban la vida a la mujer que siempre había amado.

-Definitivamente no lo entiendes- murmuró mientras se sentaba.

-Claro que sí- Se sentó a su lado- uno sufre y se culpa cuando lastiman a la mujer que aman.

Hak le miró de inmediato y sintió como su corazón se aceleraba ante la idea de que él estuviese enamorado de Yona.

-¿Tú...estás?

-¿Enamorado?- terminó la pregunta y se concentró en un punto lejano- solo diré que si no te apresuras podrían quitártela.

Hak sintió deseos de matarle pero no lo hizo.

-Ni siquiera intentes jugar con ella.

-¿Quién dice que jugaría?

El ambiente se puso tenso.

-Pero quédate tranquilo- continuó Jae-Ha- que no tengo pensado hacer nada. Solo es la sangre del dragón en mi cuerpo- le dio una palmada en el hombro a Hak y se puso de pie- volveré al campamento, no te demores demasiado o harás que Yona se preocupe.

Hak asintió.

Yona había estado ayudando a Yoon a preparar la comida pero estaba tan distraída que solo había ocasionado problemas. Había apagado el fuego, botado alguna de las especias y casi se corta con un cuchillo. Yoon la había desterrado de las labores de inmediato alegando que eso era su tarea.

Se sentía una tonta por no dejar de pensar en lo que había pasado el día anterior. Había cometido un error, debía superarlo, pero no dejaba de ver la expresión de dolor en los ojos de Hak.

Cuando lo hacía los recuerdos de ellos en el río aparecían en su mente y su cara se calentaba de inmediato. Sacudió la cabeza alejando esas imágenes. ¿Qué rayos le pasaba? Hak era su amigo desde que tenía memoria y nunca se había sentido así con él ni con nadie. No tenía idea que pasaba con ella, pero no era tiempo de pensar en ello.

Jae-Ha había regresado del bosque pero no había rastro de Hak. Comenzó a preocuparse aunque sabía que él era lo bastante fuerte como para enfrentarse a un ejército pero la idea de que algo le pasara le aterraba, tanto como la idea de que estuviese evitándola.

Se sentó bajo uno de los árboles y se dedicó a mirar los alrededores. Cuando Hak apareció, sintió el alivio recorrer sus venas.

Sus miradas se encontraron pero Hak la apartó bruscamente. ¿Qué demonios fue eso? Pensaba Yona mientras veía como Hak se acercaba a Shin y le quitaba su peluca y corría mientras él intentaba recuperarla, sonriente.

Ella sabía que esa sonrisa no era real, porque lo conocía muy bien como para darse cuenta, pero prefería eso a verle desolado.

El resto del día transcurrió con normalidad y cuando cayó la noche y todos se durmieron, Yona se dirigió a la zona que había decidido, sería su zona de entrenamiento, pero que estaba a la vista del campamento en caso que le sucediera algo.

Estaba lanzando flechas cuando fue consciente de que Hak estaba a pocos metros de ella. Se sintió incómoda, él la había estado evitando pero la promesa que había hecho a su padre le había hecho estar allí.

-Necesitaba practicar un poco- dijo ella para romper el silencio.

-Has fallado todos los tiros.

Yona apretó los puños, era verdad, no lograba acertar al blanco pero sabía que se debía a que no dejaba de pensar. En ese minuto explotó.

-¡Pues claro que no logro acertar si estás evitándome todo el tiempo!- gritó a todo pulmón.

Hak se quedó de piedra. Unas lágrimas comenzaron a caer de los ojos de Yona.

-¡No me miras, te mantienes alejado y no me diriges la palabra! ¡¿cómo quieres que logre acertar al blanco si actúas así?!

Hak se acercó rápidamente cuando comenzó a llorar con más ganas y la abrazó dejando caer su lanza.

-Lo siento mucho- susurró en su oído mientras le acariciaba el pelo.

-¡Eres un idiota!

-Lo sé- admitió- pero no podía mirarte sin sentirme culpable por lo que sucedió.

-¡Definitivamente eres un idiota!- sollozaba con tal intensidad que apenas se le entendía lo que decía.

-Por favor, no llores.

Ella le apretaba la túnica con fuerza.

-Prométeme que no volverás a evitarme.

Hak sintió como su corazón daba un salto.

-Te lo prometo.

Con esas palabras el corazón de Yona se calmó y lloró en su hombro hasta que las lágrimas dejaron de caer.

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LOS LATIDOS DE LA PRINCESA DE CABELLO ROJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora