Prólogo

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'Islas Británicas, Enero de 1560'

La luz tenue de el sol se comenzaba a asomar por mi oficina, el olor al café que tanto me gustaba comenzaba a asquearme, mis manos se encontraban cubiertas de ampollas y tinta, dolían, me había estado dedicando por horas sin parar a trabajar sin darme cuenta de cuánto tiempo había pasado desde que me encerré, me recuesto sobre mis propios brazos esperando poder descansar aún que sea un poco pero mi tranquilidad se ve interrumpida cuando escucho la puerta de madera crujir al ser abierta << Sebastian >> era Erick mi mejor amigo, cierro mis ojos esperando a ser regañado por él por mi acto de descuido << ¿Cuántas horas llevas aquí hombre? Sal de aquí, este lugar apesta >> dice algo furioso abriendo la ventana para que se ventile y luego saliendo de la habitación con sus ruidosas pisadas, me levanto con un dolor de cabeza parecido al de una resaca y me encamino directamente a mi ventana, tomo mi pelo escurridizo que se posaba sobre mi cara para poder vomitar con tranquilidad, me sostengo del marco de la ventana para poder reposar, frente a mi se encontraba el hermoso paisaje decorado con árboles frondosos con ese tono amarillento por el invierno que ya estaba a punto de marcharse, a una distancia no muy lejana se podía notar las construcciones del castillo del rey Windsor.

Habían pasado unos cuantos meses desde que los problemas en Caerdydd habían comenzado a surgir, en Woodbridge específicamente, un pequeño pueblo el cual solía ser hermoso y envidiable por el perfecto clima para las actividades agrícolas, sin embargo, este no era aprovechado de la forma correcta por la dependencia que se tenia a Windsor, la corona llevaba un tiempo aprovechándose de la vulnerabilidad y lo sumisa que la gente se mostraba ante sus pocas posibilidades de hacer algo, yo no estaba muy enterado e interesado de todos los acontecimientos que eran tan mencionados, dentro de mi aún habitaba un gran resentimiento hacia la gente de Woodbridge. Hace unos cuantos años fui desterrado por ser acusado de algo del cual yo no era culpable, pude superar el hecho de ya no tener permitido volver sin embargo a veces se cruzaban recuerdos por mi mente en noches de soledad, recuerdos de mi niñez que tan solo se conservaban vívidamente en ese sitio, aún en mi mente se encontraban imágenes fugases de cuando solía salir a comprar el pan para que mi ahora difunta madre no tuviera que hacerlo, recuerdo recoger las piedras húmedas del suelo, jugar con los charcos de agua imaginando que era un marinero y buscando las hojas con las formas más extrañas, a pesar de que la pesada manta de nostalgia a veces me abrumaba por mucho tiempo traté de no darle tanta importancia y concentrarme en lo que tenía ahora frente a mi, mi familia, mis amigos y mi trabajo eran todo en lo que necesitaba estar enfocado lo que era lo único y necesario para mi, como hombre.

Siempre traté de envolverme lo menor posible en problemas legales o que llegaran a cuestionar la autoridad de la corona, gracias a la mala fama por los abusos de poder y nepotismo del rey Arthur Windsor, en ese caso era mejor no involucrarse con alguien así, una mente la cual nadie logra comprender, alguien ambicioso y egoísta, un dictador de naturaleza. En el pasado llegué a hacer uno que otro trabajo para él exportando correspondencia importante a lugares fuera de windsor e incluso caerdydd, se podría decir que mi confidencialidad era por lo que la gente llegaba a acercarse a mi cosa que me llegó a costar unas cuantas amenazas de muerte las cuales por suerte no llegaron a nada, había aprendido a identificar a charlatanes.

Me cambié mis trapos, tomé mi bolso y luego bajé las escaleras de mi casa la cual también era mi lugar de trabajo, era algo simple, nos dedicábamos a fabricar tinta, además de ofrecer algunos servicios para ayudar a la gente a escribir cartas y que tengan la posibilidad de enviarlas de forma más eficaz, exportábamos junto a otras cosas. En la sala se encontraba mi mejor amigo el cual se estaba dedicando a meter cartas en sus respectivos sobres y sellarlos con una cera color carmesí, tal parece que nota mi presencia más no voltea a verme <<Sebastian, puedes comprar salmón para la cena? Leo me lo pidió ayer antes de dormir>> Me dijo con una voz calmada, se veía exhausto <<Si, me lo comentó también, iré a windsor a comprar lo que haga falta>> dije dándole un pequeño abrazo de consolación antes de irme el cual no fue correspondido por su ocupación, salí de la casa dirigiéndome directo al establo, ahí se encontraba mi hijo Leonardo sentado entre la paja leyendo un libro de geografía el cual había tomado de mis estantes, está tan absorto en su mundo que ni siquiera nota que estoy ahí, decido no interrumpirlo, me monto en mi caballo e inicio mi viaje al lugar a donde me dirigía, el pueblo de Windsor, donde dentro de este existían distintas comodidades para la gente que vivía en él, este estaba notoriamente dividido, en la parte más alejada y absorta al castillo se encontraban todos los puestos de los campesinos de Windsor, justo después se situaban negocios más prestigiosos como panaderías importantes, centros medicinales, posadas y una plaza principal donde se llevaban a cabo muchas fiestas organizadas por los burgueses, por último se encontraba el mero castillo donde en el vivían el rey Arthur con todas sus comodidades junto a su hijo, el Príncipe Gilbert, el vivido recuerdo de la difunta reina y algunas otras personas pertenecientes a la familia real que desconozco, tal parecía que era algo común el que al rey Arthur le gustara que la gente reconociera su lugar, dividir a la gente con un valor o un precio, lo percibía como alguien arrogante.

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