Extraño desconocido

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Dos asientos frente a ella se hallaba un desconocido de cara familiar, le resultaba tan cercano, que casi sentía tener su nombre en la punta de la lengua. En un intento por recordarlo, concentró toda su atención en la nuca y la escasa parte del perfil derecho que apenas podía ver, de repente, el hombre hizo un gesto tan particular con la punta de su nariz, que a ella le resultó extrañamente natural. Aquel gesto le recordó que, de hecho, no solo sabía el nombre y apellido de aquel extraño, sabía también que su mascota, un perro salchicha que tenía tendencia a tirar mucho pelaje y a morder cojines ajenos, había sido bautizado como un personaje del Señor del los anillos, sabía que a pesar de decir que había vivido toda su vida en Jalisco, realmente había nacido en Aguascalientes y que, aunque había estudiado para ser doctor, finalmente decidió dedicarse a la docencia, más por necesidad que por gusto. Poco a poco el rostro familiar comenzaba a lucir menos lejano.

En algún punto de su profunda introspección, el desconocido debió sentir el peso de su mirada, porque la media cara se convirtió repentinamente en una entera y llena de confusión, y así, frente a frente, por poco le pareció reconocerlo. Involuntaria y casi desesperadamente dirigió su mirada hacia sus ojos, por alguna razón, pensaba que era la pieza final que necesitaba resolver el rompecabezas frente a ella. Le sostuvo la mirada por casi un segundo y aquello le bastó para confirmar que, de hecho, no sabía nada de aquel desconocido.

Y entonces bajó del autobús. Se había perdido una parada, al parecer.

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