Luz de Luna en primavera - Primera parte

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Es difícil pensar profundamente en lo que quiere decir. Miyo simplemente rodeó el cuello de Kiyoka con sus brazos y lo abrazó. Las luces se apagan.

Al ser recostada el largo cabello se arremolinaba en ondas a su lado. Él se acerca sobre ella mientras la besa suave pero efusivamente.
Miyo responde tímidamente a los besos apasionados de kiyoka quien posa una mano sobre su mejilla mientras y la otra para acariciar su frente. No tardó en introducir sus dedos entre los cabellos, retorciéndolos.

Los dulces besos viajaron desde sus labios hacia su cuello, debajo de oreja
Mientras que la mano que anteriormente estaba en su mejilla desciende y se posa en la base de su cuello.

-Te deseo, te deseo tanto.
Susurró en su oído con voz ronca, suave e implorante.

Miyo quien se mantenía receptiva frente a la pasión de kiyoka, no podía evitar sentirse adulada. Los besos bajaban hasta su clavícula, luego volvían a subir por su cuello hasta reencontrarse con sus labios nuevamente. Siente que pierde las fuerzas, y es inevitable cohibirse. Sintió cómo le invadía un repentino calor y sudor por todo el cuerpo. Se sonrojó a más no poder y quedó con la mente en blanco por unos momentos.

Podía sentir las caricias de kiyoka viajar por todo su cuerpo, aún teniendo su kimono puesto. Experimentado miles de sensaciones mientras se besan.

De repente Kiyoka se reincorpora de rodillas contemplando a su esposa recostada, la queda mirando directamente a los ojos, como si lo que estuviese a punto de hacer fuese tan indebido que necesitará de su aprobación nuevamente, aún sabiendo que ya la tenía.
De un modo vacilante, su mano que se iba a cercar al obi de su yukata para dormir, notó una leve vacilación. Esas manos, que no habían dudado nunca frente a alguna batalla, ahora frente a la presencia de su amada se encontraba temblando por el nerviosismo. Una mueca de burla se imaginó en su rostro pues jamás pensó que una mujer lo pondría en tal situación.
Al pasar su mano por el obi, bajando lentamente, Miyo se sobresaltó del toque, escuchando un debil gemido. Se detuvo.
En ese momento Miyo sintió que kiyoka se había detenido. Había tratado de evitar su mirada por la vergüenza, pero al abrir sus ojos se dió cuenta que él la estaba mirando fijamente.
Sus ojos se veían de gris profundos bajo esa oscuridad y leve luminosidad de la luna que le daban una belleza onírica fuera de este mundo. La observa sin vacilación y con total determinación.

-Miyo...no haré nada que no quieras...
Su tono era suave y gentil, aunque notaba que había un poco de inquietud. A pesar de ya estar casados, kiyoka no quería que esto fuese una obligación para ella, quería que estuviese lo más cómoda posible, y que sus deseos fueran correspondidos de igual forma.
Pero lo que caracteriza a kiyoka es su decisión y determinación, por lo tanto, una vez teniendo su aprobación, no daría un paso atrás.

Miyo notó a que se refería sus palabras, estaba pidiendo su consentimiento de una forma sutil, ¿por qué lo pedía nuevamente? ¿ya no le había dado una respuesta antes? Seguramente lo que haría después de esta pregunta, sería mucho más atrevido e indecoroso. La cabeza de miyo hierve nuevamente, ¿de qué color la tendrá ahora? Todo es realmente vergonzoso. Pero a pesar de aquello, notó que kiyoka estaba en una situación similar a la de ella, no era la única persona nerviosa en la habitación. Esto le dió más coraje y una ternura que lo hacía quererlo aún más. Haría lo que fuera por él más allá de su rol como esposa complaciente. Desde el fondo de su corazón, había un brote que poco a poco comenzó a florecer durante todo este tiempo estando con ahora ya su esposo, un sentimiento que jamás había sentido, una sensualidad que nunca había experimentado, o quizás si estaba pero ella misma no lo dejaba aflorar. Ahora este brote se encontraba en plena floración, y fue más consciente que antes de lo que sentía.
En la creencia de que una mujer debe ser reservada y modosa. No es que Miyo carezca de pasión, sino que está se encuentra en lo más profundo de su ser, está a demasiada profundidad para que se manifestara. Después de comenzar a vivir con kiyoka, cada gesto, palabra o mirada en él, la hacía estremecer y agitar su corazón. Poco a poco fue aceptando sus halagos y cada gesto de amor hacia ella. No quería reconocer que en el fondo, anhelaba sus tiernas palabras, sus abrazos contenedores y cálidos besos. Ahora estaba consciente de ello, también lo esperaba a cada momento, lo quería, también necesitaba de sus halagos aunque lo encontrara egoísta y poco apropiado. Esa débil y secreta llama ahora estaba siendo avivada gracias a Kiyoka. Es su primera noche juntos, no quiere echarlo a perder por sus constantes pensamientos. Miyo a pesar de sus nervios y vergüenza, ya estaba decidida, lo tenía claro desde esa tarde bajo el árbol de cerezos en la mansión Usuba. No permitiría que un momento tan especial se arruinara como lo sucedido esa noche unos días antes de la boda. Esta vez, se armará de valor, y será más consciente de lo que realmente siente.
Es así que con sólo una mirada asiente gentilmente, dando a entender que estaba bien, que tiene su consentimiento para seguir. Y en un movimiento que kiyoka no esperaba, Miyo luchando contra su timidez ayuda a soltar un poco su obi. Quizás esta era la señal que necesitaba para continuar. Bastante osada para alguien como ella.

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