Mirada y olor a café.
Lucian.
La noche ya estaba en el cielo.
El estrés de no encontrar a Valentina me estaba agotando. ¿Qué coño es lo que pasa por la cabeza de Valentina?
De verdad lo pregunto. No entendía, la verdad.
Volví a repicar por cuarta vez en diez minutos y nada que contestaba.
—¿Dónde crees que esté? —preguntó Barbara.
—No lo sé, Barbara. Si lo supiera la estaría buscando allí, ¿no crees? —dije con irritación en mi voz.
Ella me miró raro y suspiré de la pena.
—Lo siento —me disculpé—, no quería decir eso. Es que, marica, dices unas vainas en momentos no apropiados.
—Mirá quien lo decí —se quejó Sara riendo.
—Sara, te quiero. No me hagas odiarte.
—Por lo menos te dijo te quiero —dijo Barbara a Sara, con una mueca en su cara y alzando sus hombros—, a mí lo más cercano a cariño que me ha dicho es que me mataría si le dañara el post de Luciano De Cecco.
—Ay por favor Barbara —protesté con una mueca en mi cara y marcando el teléfono de Valentina—, ¡Dios está carajita hay que meterle un coñazo por estúpida! ¡Siempre carga el teléfono en las manos, cuando uno la llama ni contesta la mamagueva esa!
—¡Hey boludo calmáte! —me dijo Barbara—, sabés perfectamente cómo es Valentina. Dale su tiempo.
Cuando estuve por marcarle nuevamente. Levanté mi mirada y la detallé. Tenía su semblante serio y de arrechera. Sus cachetes estaban en un tono rojo algo claro, sus manos estaban apretadas y sus ojos radiaban furia.
Lo que había una sola conclusión: estaba arrecha. Pero lo que no entendía era el por qué. A menos que se haya peleado con Raúl o Albert.
Está carajita hay que tenerle una correa, se mete más en peo que un niño de seis años. Dios dame fuerzas para poder controlar los gritos que pegará en:
—¿Pero qué te pasó, boluda? —preguntó Barbara riendo.
—¡El pelotudo de Agustín Galetto!
Ya.
Espera...
Espera...
¿Dijo Agustín Galetto? ¿Agustín Galetto el que yo conozco y el que todos conocemos? ¿El más pajuo de todos los pajuos?
—¿Agustín Galetto? —preguntamos los tres al mismo tiempo.
—Sí. Me fue a decir que cómo estaba mi nariz y entre otras cosas más...
—Qué descarado —opinó Sara.
—¡Eso mismo dije yo, boluda —exclamó y abrí mis ojos por la intensidad en la que contaba sus líos que parecían sacados de Televisa—, estuvimos peleando y nos dijimos muchas cosas!
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Jugando con el Destino [#1]
Romance-¿Entonces todo fue una mentira de ella? -preguntó la niña mientras se limpiaba las lágrimas que tenía en sus ojos. -Nunca he odiado tanto una piba, como hoy -confesó el niño, que permanecía en una de las dos cama que tenía la habitación. El hombre...