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Jungkook

—¿Te importa decirme sobre qué se trataba? —El calor sube por mi cuello, y sé que no tengo derecho a estar celoso. Pero lo estoy. No puedo evitar que los celos corran por mi cuerpo. Este sentimiento es demasiado nuevo para mí, y no tengo ni idea de cómo manejarlo o tratar con él.

Jihyun no es alguien que debería ser una amenaza para mí. Tiene edad suficiente para ser su padre. Pero Yoongi es la clase de chico que parece tan inocente y dulce que cualquier hombre lo querría, sin importar su edad. Me recuerdo que Jihyun y Hye tienen algo sucediendo y Yoongi es mío. Pero mi reclamo es frágil. Necesito cambiar eso. Rápido. Sé la  manera de hacerlo. Embarazarlo con mi hijo les mostrará a todos a quién pertenece, y tengo que hacer que eso suceda ahora. Ligarlo conmigo en todos los sentidos posibles para que nunca pueda dejarme.

Retuerce sus dedos y mira el piso. —Fue agradable conmigo en el camino al trabajo, así que le di uno de los dos muffins que tomé de tu cocina. Espero haberlo hecho bien. —Se muerde un poco el labio inferior, y quiero chuparlo en mi boca. Morderlo.

Doy un paso hacia él y espero que mire hacia mí. Si lo toco ahora, no podré controlarme. Después de un momento, sus ojos brillantes se encuentran con los míos, y trato de suavizar mi rostro. No quiero asustarlo. Necesito que se enamore de mí. Quiero que esté aquí porque quiere, no sólo porque es pagado para estarlo.

—Está bien, cariño. Sólo me siento muy protector contigo. —Quiero apartar un cabello perdido, con cuidado de no tocar su piel. Tan jodidamente inocente. No sé cómo entró en esto, vendiendo su pequeño cuerpo a bastardos como yo. Ni siquiera tenemos derecho a mirarlo.

Asiente y me da una pequeña sonrisa.

—Una magdalena no es suficiente. Voy a pedir algo y podrás comer.

Alejándome, tomo mi teléfono y hago una llamada. Después, Yoongi se sienta en el asiento frente a mi escritorio y repasamos mi calendario. Estoy tratando de hacer todo lo posible para dejar de pensar en tirarlo al piso, hacerlo gritar mi nombre para que todos en el maldito edificio sepan que es mío y poder controlar estos celos. Debo hacerlo, porque si no lo hago, sólo me voy a enojar con la gente si lo oyen viniéndose para mí.

Le explico el sistema que estoy luchando por usar, y brilla. Es uno con los cuales está familiarizado. Suspiro de alivio cuando viene alrededor de mi escritorio y me muestra lo que estoy haciendo mal.

—¿Cuándo usaste este programa? —Pregunto, deseando saber todo sobre él, todos los detalles que lo convierten en quien es.

—En realidad en un restaurante donde solía trabajar. —Se encoge de hombros como si no fuera un gran problema. —Siempre tenían una larga lista de espera, así que usamos esto para programar las mesas. A veces me usaban como mozo y aprendí muy rápido.

El orgullo crece en mi pecho. —Eres muy inteligente. Esto no es fácil de usar, y he pasado por una docena de asistentes que no pudieron conseguirlo

Se ruboriza ante mi cumplido. —Lo hice bien en la universidad.

No le pregunto qué universidad, porque ambos sabemos que él quiere decir escuela. Si tiene remotamente cerca de veinticinco años, voy a vender mi empresa en eBay.

Me inclino más cerca, queriendo tener sus labios en los míos. Mientras lo hago, hay un golpe en la puerta. —Ese será tu desayuno. —Digo, besándolo en la punta de la nariz.

No es exactamente lo que quería, pero es suficiente por ahora. Me levanto y ajusto mi polla, porque estar tan cerca de él siempre es doloroso. Cuando estoy cerca, no puede dejar de querer enterrarme en uno de sus lugares cálidos y húmedos.

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