MALENTENDIDO

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Para: blue_bittersweet
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Khun paseaba por el arroyo cerca de su casa, su padre había recibido visita y aprovechó el momento para escapar de la seguridad de su madre e ir al pequeño riachuelo. Estaba seguro de que ese día sería diferente y lograría leer lo que quería y no lo que todos a su alrededor querían.

Se ocupaba en organizar adecuadamente su libreta de notas, su pluma y el libro a leer cuando una cabeza asomó detrás de su escondite causando un susto.

Los dos gritaron al mismo tiempo y creyó que ese pequeño asalta espacio personal se iría tras el susto, pero no fue así, sino que al calmarse, atravesó la muralla de enredaderas y se plantó enfrente suyo.

Era una niña de su estatura con vestimenta de niño, se veía limpio aunque su cabello decía lo contrario por las hojas que tenía entre las hebras.

—¿Que haces aquí y como entraste a la propiedad de Edhan?

—¿El señor Khun es tu papá? —saltones pero agraciados ojos dorados, cuestionaron inocentemente—. Vine con mi papá, los dos están hablando así que me salí de la oficina para explorar... ¿Te gusta explorar?

Khun estaba vestido con un traje de explorador, capricho suyo para molestar a su madre, quién indicaba que debía verse lo más presentable posible para no avergonzar a su poderoso padre.

Levantando la ceja, intentó dar a entender lo obvio, pero ese niño seguía esperando que lo dijera en voz alta.

—¿Que le pasó a tu cabello?

—¿Mmm? Nada, así es. Mi papá tiene el cabello así... —era un niño muy tonto—. Soy Bam, ¿y tú?

Todavía desconfiado, Khun extendió el brazo y respondió al saludo. —Khun Agüero Agnis.

—¿Que estabas haciendo?

—Intentaba leer.

—¡¿Sabes leer?! —no entendía en lo absoluto el entusiasmo de ese niño, pero asintió, tenía seis años, todos los niños de su edad leían perfectamente—. Le diré a mi papá, él tiene muchos libros, te prestará todos.

Por supuesto, las promesas vacías de un niño que no conocía la vida.

—¿Tiene dibujos? —sin un poco de respeto por el espacio personal o que no se conocían en lo absoluto, le arrancó el libro bajo el brazo y lo abrió de manera muy descuidada.

—¡¿Que haces?!

—No tiene dibujos... —el niño miró el libro con decepción—. ¿Por qué lees algo sin dibujos? ¿Cuántos años tienes? —la pregunta lo tomó por sorpresa, miró a Bam y como adivinó, él lo miraba a la espera. Su cabello era un horrible distractor—. Yo tengo seis.

El intercambio de información era elemental, un balance de conveniencias para ver qué se podía decir y que cosas no.

—Tu cabello es horrible. Ven, lo ataré por ti... —sin temor alguno, Bam le dio la espalda a la espera de que hiciera algo con su cabello, ¿acaso sus padres no le habían enseñado a no confiar en desconocidos?—. Tengo seis también.

—¡Oh! ¡Tenemos la misma edad! —Bam se movió para mirarlo e hizo que la cola de caballo que estaba armando se le fuera de las manos—. ¿Quieres ser mi amigo? Me mudaré pronto a está ciudad, ¿quieres ser mi primer amigo?

Los primeros lugares siempre eran algo que aprovechar, si ese niño era hijo de alguien cercano a su padre, podría sacar ventaja en el futuro.

—Claro, no veo por qué no.

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