único

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advertencia: smut, pero no mucho más que eso. una boludez que hice para subir algo de estos dos (que tengo muchas ideas en mente). ❤

Apenas pasado el mediodía del 5 de noviembre, el plantel de Boca partió de regreso a Argentina. Enzo lo sabía de no despegar la nariz de la tele desde que terminó el partido, principalmente por dos motivos: para ver el sufrimiento de los hinchas cabizbajos y para ver si entre alguno de esos hinchas cabizbajos se encontraba Marcos. Sentimiento similar al que tuvo ni bien Roldán pitó el final. 

Primero: alivio. 

Segundo: pena. Por Marcos. Y quizá algo de pena por Sergio, a quien conocía bien y a quien incluso le deseó suerte cuando se enteró que había firmado con Boca (pero no demasiada). Marcos, entonces, fue lo único que cruzó su cabeza entre el silencio del country, la televisión puesta en ESPN y el grupo de WhatsApp de jugadores de River despiadados. 

No tendría que haberse sorprendido de que Marcos llegara temprano. Después de todo, vivían cerca del aeropuerto y la calle no estaba muy concurrida —y a pesar de que no le contestara los mensajes, le había compartido su ubicación, por lo que Enzo sabía con exactitud cuánto le faltaba—. Oyó el tintineo de las llaves luego de haber pasado completamente por encima el sonido del portón abriéndose y se dio vuelta en la isla de la cocina. Marcos levantó la cabeza en la entrada, y el corazón de Enzo pegó un salto. 

Su primer pensamiento fue la puta madre, cómo lo extrañé. Marcos no había estado en casi toda la semana. Tenía tantas cosas del trabajo para contarle, charlas con Demichelis, compras boludas que hizo en el chino, pero de sólo verlo a la cara se daba cuenta de que Marcos no estaba en su misma sintonía en absoluto. Su mirada cargaba un inexorable cansancio.

Lentamente, mientras el agua para el mate hervía, Marcos se deshizo de sus zapatillas y tiró el bolso al sillón, con algo de brusquedad. Enzo estaba aún debatiéndose si debía decir algo o simplemente dejarlo ser cuando lo vio atravesar toda la sala hasta la isla. 

—Marcos...

—Cerrá el orto —fue lo último (y primero) que dijo antes de encerrar sus labios en los suyos, como un adolescente desesperado. Enzo se sorprendió y tuvo el acto reflejo de separarlo, mas para Marcos aquella mano ajena en el pecho no era indicio de nada. No significaba nada. El ruidoso estruendo de su boca sobre la de Enzo eclipsaba todo lo demás ocurriendo.

Poco a poco, como si de verdad estuviera dudándolo, Enzo aflojó la mandíbula y por fin giró lentamente la cabeza para corresponderle. Era un beso feroz y baboso: a Enzo le gustaba llamarlo beso de época de Estudiantes. Porque cada vez que ganaban un partido, aquel Marcos hecho un pendejo de mierda lo agarraba y lo daba vuelta como a una media. Hacía mucho que un beso no lo retrotraía tanto a cuando no eran dos hombres grandes cuya principal diversión era tirarse a ver una serie. En definitiva, hacía mucho que Enzo no se sentía tan joven.

Enzo enlazó los dedos en la cresta de su pareja. Marcos aprovechó la señal y metió las manos frías debajo de su camiseta negra, tomando todo lo que era capaz de acariciar. Se pegó más a su cuerpo, provocando que, en consecuencia, Enzo quedase acorralado contra la mesada, y fue en ese instante que el constante chirrido de la pava lo sacó de su ensoñación. Probablemente tendrían que hablar. La angustia con la que lo besaba Marcos... jamás la había saboreado. Era capaz hasta de atravesarlo y formar parte de su propio pecho.

Pero al contrario de cómo le funcionaba el cerebro, su cuerpo tenía otros planes. Enzo deslizó una mano entre los dos hasta estar merodeando sobre el elástico del jogging de Marcos. Se despegó de sus labios un momento, el hilo de saliva sobreviviente amenazando con derrumbarse. Los ojos enormes de Marcos lo miraban deseosos de algo más. Enzo no pudo hallarse haciendo nada salvo alzar una ceja, expectante.

calesita 》marenzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora