𝗣𝗥𝗜𝗠𝗘𝗥 𝗣𝗔𝗥𝗧𝗘

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𝗔𝗚𝗨𝗦𝗧𝗜𝗡 estaba en el medio del tumulto con su billete de 100 pesos en la mano, esperando poder comprar en el kiosco algo para comer

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𝗔𝗚𝗨𝗦𝗧𝗜𝗡 estaba en el medio del tumulto con su billete de 100 pesos en la mano, esperando poder comprar en el kiosco algo para comer.

Hoy hacía un calor infernal, y digamos que el olor a orto que tenían sus compañeros no era muy fumable que digamos. Intentaba no respirar para no desmayarse en medio de la fila, encima el estaba en medio de toda la gente, lo peor.

Cuando por fin llegó a la pequeña ventana para comprar, se quedó viendo en que podía gastar sus 100 pesos, habia pensando en comprarse un chupetín o algo parecido, pero no están muy convencido del todo.

Se giro al sentir algo rozar con su brazo que estaba apoyado en la ventana del kiosco, cuando miro alado suyo había un colorado, con pecas y ojos pardos.

Embobado se perdió en la belleza del chico, nunca lo había visto, y eso era raro para Agustín, solía tener fichado a todos los que le gustaban. Sobre todo si eran así de lindos.

— Hola, que vas a querer? — le preguntó la chica del kiosco sonriente, Agustín que no conectaba dos neuronas, salió rápidamente de su trance y dijo lo primero que se le vino a la mente.

— ¿Me das un naranju de frutilla? — Hablo sonriente, aunque se puteo por sus adentros, claramente podía haberse comprado otra cosa que lo llenará más, pero estaba tan perdido que ni tiempo de pensar le dio.

La chica se giro hacia las heladeras y saco el naranju de frutilla, se acercó otra vez a la ventana y le entrego su juguito.

— Son 100 — Respondió la chica, Giay le entregó los 100 pesos y tomo el naranju, luego se giro y salió de entre la multitud sintiendo que ahora sí podía respirar.

Rápidamente busco con la vista a sus amigos. Que igual no tardó en encontrarlos al escuchar la tan característica risa estruendosa del par de pelotudos.

Estaban parados alado del árbol, Gauto se reía mientras Soule intentaba quitarse las hojas de árbol que le habían caído en su tan preciado pelo que cuidaba con su vida.

Matias lo miro mal, lo agarro de la chomba y dentro de la misma tiró un puñado de hojas, instantáneamente comenzaron a tironearse de los pelos y tirarse hojas. Definitivamente nunca madurarian.

Giay se acercó y los agarro a los dos de la oreja separándolos — ¿Pueden no hacer escándalo un rato? Con razón no tienen novia — Se quejó Agustín, los dos chicos lo miraron como si de dos nenes siendo retados por su madre se tratarán.

Aunque los dos se miraron cómplices y sumaron a Giay a su guerra, metiéndole entre los dos a su pantalón azul del colegio varios puñados de hojas.

Del otro lado del patio, el trío de cuarto año, formado por Barco, Veliz y Romero los miraban como si fueran encantadores, ignorando el hecho de que eran monos metiéndose hojas en los pantalones, era algo totalmente asqueroso pero estaban ciegos y de amor.

𝗠𝗼𝗿𝗶𝘁𝗮𝘀! (𝘎𝘪𝘢𝘭𝘦𝘯)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora