Licor

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— ¡¿Qué?!

Exclamó Roier antes de soltar una larga carcajada.

En respuesta, Mariana bufó.

— Pues sí. Eso. ¿Cómo quiere que yo le enseñe español? ¡Ni siquiera lo conozco! —Dijo mientras su amigo seguía riéndose.— Además, ¿Por qué no le paga a alguien para que le enseñe? Es más fácil.

— Quizás no tiene dinero.

El más alto entornó los ojos hacia su amigo.

— Es gringo. ¿Cómo no va a tener dinero? ¿Estás pendejo Roier?

— ¡Ey! Solo porque sea gringo no significa que automáticamente tenga suficiente dinero para pagar clases privadas de español. 

No iba a decir que tenía razón porque la verdad, ese tipo era un completo desconocido. Lo único que sabía de él es que, sí, era un estudiante de intercambio que necesitaba ayuda con el español, ya que no podía acudir a las clases del idioma en su universidad.

Necesitaba Su ayuda.

— De todas formas, ¿Por qué le pediría a un mesero que le ayude? ¿Es que no conoce a nadie mejor? 

Mariana claramente estaba negado. Aúnque curiosamente no le había dado una respuesta al chico. 

En realidad, dijo que iba a "ver" cómo lo ayudaba y por eso ahora estaba contándole todo a su amigo mientras este se comía lo que tenía en su departamento sin aportar nada. 

— ¡¿Puedes dejar el maldito celular de una vez por todas?!

Roier rodó los ojos. 

— Estoy preguntándole a Spreen si conoce a alguien que pueda ayudarnos. 

— ¿A poco? 

El castaño de bandana en la cabeza levantó la mirada del aparato y enfrentó al de gafas.

— No es mi culpa que no tengas vida amorosa, pinche pendejo aburrido. —Mariana estuvo a punto de replicar contra eso pero Roier volvió su vista al móvil sin dejarle hacerlo.— Spreen pregunta que; ¿Por qué no le pedimos ayuda a Quackity? 

Sí, eso era lo primero que Mariana pensó en hacer hasta que recordó un pequeño problema. 

Quackity era su amigo experto en inglés. Obviamente sería a la primer persona a la que le pediría ayuda en un caso así.

Pero...

— Aún está en temporada de exámenes. —Informó mientras se dejaba caer sobre el colchón, totalmente rendido.— Si llego a llamarlo por esta mamada, él mismo se va a encargar de cortarme las bolas por distraerlo. O directamente me va a ignorar.  

Luego de suspirar en forma de derrota y quedarse viendo el techo de su habitación como si la respuesta estuviera allí mismo, en esa pintura vieja y con humedad. Se giró hacia su amigo.

— Roier, tú también eres bueno con el inglés. ¿Quieres-

— No. 

— ¡Ni siquiera terminé la pregunta! 

El castaño de bandana azul lo miró sin diversión.

— Ok, termina.

— ¿Quisieras enseñarle tú?

— No. —Repitió de la misma forma su anterior respuesta, provocando que Mariana soltara un grito de frustración.— Igualmente no entiendo por qué te interesa tanto esto. No es tu responsabilidad ayudarlo, no eres su profesor. Mándalo a la verga y ya.

Café Inglés | Slimeriana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora