Felix tenía un pequeño (gran) crush con Chan desde los quince años.
La realidad, era que el omega se convertía en un manojo de nervios cuando estaba frente al alfa, dejando de ser aquel extrovertido y parlanchín muchacho. Su paz interior se alteraba...
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Lo segundo, fue que lo reprendieron por las faltas que tendría en sus clases, diciéndole lo mucho que iba a atrasarse y repitiéndole las consecuencias de perder el hilo de las asignaturas.
Y lo tercero, se basó en que su madre lo mimó hasta que se cansó, imaginándose el daño que le habían hecho a su bebé, pues lo vio cojear y fue una batalla a muerte entre madre e hijo para no ir al hospital; la señora Lee estaba segura de que el omega tenía un hueso roto y un chequeo era obligatorio.
Al final, Felix se hizo el dormido y se libró de ser condenado por sus actos impúdicos.
Por otro lado, el castigo de Chan por golpear a un alumno tampoco llegó a los extremos.
Tras asistir con el director de la institución y haber tenido una extensa conversación acerca de lo suscitado, la sanción impuesta no fue tan terrible. De alguna forma, su argumento fue validado hasta cierto nivel, pues era verdad que defendió la integridad de un omega que fue golpeado y encima de todo, acosado por un alfa que no tenía educación.
No lo suspendieron, pero sí le solicitaron ayudar dos horas en la biblioteca por las tardes, algo así como un servicio social extra, sin una fecha de término. Aceptó, no era como que pudiera negarse, su titulación estaba en juego y no quería perder la oportunidad.
En pocas las palabras, las cosas resultaron parcialmente bien para ambos, pudo haber sido peor.
Y dejando a un lado el hecho de haber sobrevivido a las sanciones, la razón del nerviosismo en Felix, se resumía en ir rumbo a la facultad, en el auto de Chan mientras escuchaba la estación de radio más conocida de la ciudad.
Sus dedos tamborileaban en la guantera y se mordía los labios mientras veía por el espejo lateral a los autos que pitaban con fastidio a causa del tránsito matutino.
Suspiró por enésima vez, bajando el vidrio y volviéndolo a subir al cabo de diez segundos, inquieto e indeciso.
Es que joder, ¿qué dirían todos cuando lo vieran descender de ese automóvil?
No era cualquier cosa. Iba a salir de un bonito carro, propiedad del chico más conocido y admirado en toda la universidad, luego de haber descubierto que era su bendito destinado.
Escalofriante, ¿no es así?
Tenía los vellos de punta, las manos le estaban sudando frío y no, no era normal que también se estuviese comiendo la uña del dedo pulgar otra vez. Jodida manía.
-Felix.
El corazón le latía con rapidez en el pecho, quería que las calles fuesen eternas o que el tráfico se extendiera hasta tapar cada cruce vial.
-Felix...
¿Por qué la luz verde duraba tanto tiempo?, ¿Por qué no venía un policía y cerraba la avenida principal?