Flor De Loto // Del Odio Al Amor

¡Bienvenidos A Flor De Loto!

El sol se asomaba desde atrás de las montañas, anunciando el amanecer del quince de enero. Grácilmente, una de las muchas mucamas de la familia Hiraleon, levantó las cortinas de la habitación; mientras la alarma del celular postrado en la mesita de noche sonaba estruendosamente. Con amargura, la chica recostada en la cama apagó el celular y abrió los ojos. La mucama, amablemente le da los buenos días a la chica para luego retirarse de la habitación.

Con pereza, la misma se deja caer al suelo «Odio, este día...» pensó, mientras se ponía de pie para arreglarse. Se dio una corta pero relajante ducha de agua helada y se lavó los dientes― ¿Le gustaría que arregle su cabello, señorita? ―Preguntó una voz, al otro lado de la puerta― Yo puedo hacerlo sola Grace, no tienes que ir detrás de mi todo el día... ―Renegó, mientras ataba su cabello con un lazo blanco, de forma pulcra y perfecta.Tras eso, se dirigió a su closet, donde su sastre personal terminaba de planchar su uniforme― Señor Ronald, le he dicho miles de veces que no tiene que levantarse temprano para arreglar mi ropa... ―Dijo, viendo al anciano de setenta y nueve años con lastima― Sabes que es un gusto para mi serle de ayuda señorita, nada de lo que diga hará que deje de ayudarla ―Respondió, entregando el uniforme, perfecto y sin ninguna arruga― Desperdicia su talento en esta mansión señor Ronald, créame ―Dijo, observando el pequeño bordado de mariposa en una de las mangas del overol.

Tras ponerse el uniforme, la chica se dirigió a la cocina― ¿Va a querer algo de desayuno señorita? ―Pregunto la cocinera― Rachel, sabe que su comida es deliciosa, pero no puedo decirle que no a un desayuno preparado por mi Nana ―Contestó, tomando la nota que sus padres siempre dejaban sobre la mesa― Debería tener más cuidado señorita, sabe muy bien que pone en peligro a su Nana al salir con ella ―Susurro, para luego volver a la cocina. La chica suspiro; triste apretó la nota sobre sus manos, la arrugo y la tiro a la basura «" Lamentamos no estar presentes para ti esta mañana, te amamos, deseamos lo mejor para tus estudios. Recuerda ser perfecta" bla, bla, bla, bla, parecen disco rayado...» Pensó, mientras salía de casa. ― Buenos días señorita ―Dijo el chofer, mientras abría la puerta del auto― Buenos días señor Alan, bonito traje, ¿es nuevo? ―Contestó, subiéndose al auto― Me alegra que lo notara señorita, ¡gracias! ―Exclamo feliz, para luego subir al asiento del piloto― Una respuesta muy animada, ¿Acaso tu novio no lo noto? ―Pregunto, curiosa― No... Edgar ha estado muy ocupado con otras cosas estos días, pero ¡Hey! No nos preocupemos por mi ¿Ok señorita? ―Dijo, triste― Bien... Recuerda que si te hace daño yo seré la primera en matarlo, ahora llévame al parque de siempre, por favor ―Explico, a lo que Alan asintió; riendo apenado.

Tras unos diez minutos, llegaron al parque. La chica agradeció y entro en el lugar, era bastante temprano así que estaba completamente vació, respiro hondo y con una leve sonrisa camino hacia una de las esquinas del fondo; bajo un árbol gigantesco, la esperaba una señora de 59 años, Miranda. Quien tenía un picnic preparado, para desayunar con su persona favorita en el mundo― ¡Aya, corazón! No sabes cuanto me alegro de verte ―Exclamo, extendiendo los brazos para abrazar a la chica― ¡Nana! Estoy tan feliz de verte, no sabes cuanto te extrañe... ―Contestó, abrazando con fuerza a la señora.

― ¿Cómo haz estado querida? ―Pregunto dulcemente. ― Bien, dentro de lo que cabe. Mis padres me prohibieron salir de casa, imagino que habrás visto el noticiero de inicios de noviembre... ―Contestó, molesta.

― Creo que me suena... ¿Descendiente de la familia Hiraleon es vista en un bar de pobres a las 2 de la mañana? ―Pregunto con un tono burlesco. ― Pues ese "bar de pobres" me condeno a quedarme en casa con la única compañía del señor Ronald y los cuadros... ¿Puedes creerlo? ―Respondió Aya, frustrada.