Tropiezo

7 0 0
                                    

Porque las cosas se tornan un giro de 180 grados


Recuerdo perfectamente el día en el que mis padres murieron. Era un 15 de agosto de 2020, íbamos a un parque de diversiones por las vacaciones de verano, tan solo éramos mis padres y yo. Algunas escenas que suelo recordar son cuando me subí a una montaña rusa con mi hurona e incluso las veces en las que íbamos a la tienda del parque y terminaba comprando un montón de cosas, sobre todo suelo recordar la última escena; corría con un globo color amarillo atado a la muñeca izquierda, estaba tan contento que perdí de vista a mis padres y comencé andar sin rumbo cuando de pronto ví a mi hermana mayor sentada en una banca. 

(Déjame presentarte a mi hermana mayor, querido lector. Su nombre es Pamela, es una encantadora chica de 21 años que actualmente estudia comercio exterior, aunque en ese tiempo tenía 17 años apenas) 

Recuerdo haberme emocionado tanto que corrí hacia ella chocando con varias personas a mi paso, pero una vez logré estar frente a ella, la abracé lo más fuerte posible. Comenzamos a caminar hacia un juego que hace buen rato quería probar, sin embargo, el globo que llevaba atado a mi muñeca se zafó ya que no estaba tan bien atado como creía. Instintivamente corrí tras de él, saltándome unas cuantas bardas de los juegos, aunque desafortunadamente no logré alcanzarlo ya que éste había subido lo suficiente como para no alcanzarlo, entonces escuché un grito entre la multitud que hizo que me volteara de inmediato –¡¡¡ LIAM!!  – era mi madre, yo la miré y le sonreí con mucha alegría, mi madre entró en pánico y saltó la barda de seguridad y corrió hacia mí, lo último que recuerdo es su cara de preocupación y su último grito al ser arrollada por la montaña rusa.

 La gente estaba hecha un caos, se escuchaban susurros por doquier y los encargados intentando alejar a las personas de aquella escena que, por supuesto yo ya había visto, Pam logró colarse entre las personas y llegó hasta mí tapándome los ojos con la mano, solo puedo decir que había mucha sangre ya que no logré ver mucho, o bien no quería ver mucho, es decir ¿a quién le gustaría ver a su madre muriendo? Los paramédicos no tardaron mucho en llegar y los policías comenzaron a investigar, así que no tardaron mucho en venir a interrogarme. Al poco tiempo, nos comentaron la obvia noticia de que mi madre había muerto, aunque mi padre no me lo había contado. -Papi ¿Cuándo regresará mamá? - pero nunca contestaba. Recuerdo que todos los días luego del colegio, me sentaba frente a la puerta a esperarla... como si algún día fuese a regresar.

Un par de mese después, mi padre falleció por un paro cardiaco mientras cocinaba, y no, no pienso introducirles una historia cursi como que mi mejor amigo prometió estar conmigo por siempre o que siquiera alguien me hubiese preguntado si estaba bien, porque a las malditas personas no les importa eso.

Al quedar ambos padres muertos y sin un solo familiar que pudiese hacerse cargo de mí, me llevaron a un orfanato del que ni siquiera recuerdo el nombre. Por el momento le diremos "el orfanato de Santa Olga". Recuerdo haber vivido allí por más o menos dos años hasta que finalmente una nueva familia me acogió en su casa y no volví a saber más de aquel orfanato ni de sus niños.

Explicándolo con más detalle, me levanté un viernes por la mañana cuando un par de encargadas del orfanato entraron a buscarme y me ordenaron que comenzara a empacar mis pertenencias ya que, finalmente había sido adoptado. Al llegar a la puerta con mis nuevos "padres", me di cuenta de una vibra algo extraña en la sala, no puedo especificar en si era emoción o nostalgia, pero lo que sí puedo decirte es que el abrazo que recibí por parte de ellos fue el más sincero que había recibido en esos últimos dos años. Durante el trayecto a casa en un coche bastante lindo color rojo brillante, vi una tienda que me llamó la atención, pero desafortunadamente no pude ver mucho del contenido de esta, de lo demás no tengo memoria ya que por alguna razón me quedé dormido hasta que sentí cómo es que el coche se detenía. Rápidamente intenté mirar por la ventana para ver en dónde nos encontrábamos, pero mi despertar fue tan repentino que me costó unos cuantos segundos poder acostumbrarme a la luz que emanaba el exterior así que lo primero que vi fue una casa algo sencilla y con colores nada brillantes, pero tampoco obscuros. Me preguntaba si mi nueva casa sería aquella, pero en cuanto vi al lado contrario, encontré a mis padres abriendo mi puerta y dirigiéndose hacia una casa colorida y con un jardín realmente hermoso y llamativo, lo contrario a la casa de la derecha.

El primer día que llegué a mi nueva casa me quedé atónito al ver que había dos niños más aparte de mí, sin embargo, estos dos eran rubios y puedo jurarte que eran gemelos. -Liam, saluda a tus nuevos hermanos. Ellos son Diana y Tadeo- pronunció mientras suavemente me tomaba de los hombros y me acercaba hacia aquellos niños que a mi parecer no tenían una buena personalidad. Tras saludar a distancia algo incómodo a mis "hermanos", mi madre me llevó a una habitación que a mi parecer era enorme y hermosa. (pero claro ¿a quién no le parecería hermosa una habitación grande y bien alumbrada después de haber vivido en un orfanato con un montón de niños en el mismo cuarto?) Como les decía, al momento en el que entramos a mi habitación mi madre y yo, seguidos de mi padre con las maletas, comenzaron a mostrar las diferentes cosas que había en ella y que ahora me correspondían a mí. Al cabo de un rato, me encontraba acomodando las pocas cosas que traía del orfanato hasta que escuché a mi madre gritándome para que bajase a comer. Una vez abajo, fuí hacia mi madre que se encontraba en la cocina terminando de dar un último vistazo a la comida.
- ¿Te ayudo con algo, madre?- dije mientras recorría la cocina con la mirada
- oh ¿Puedes ayudarme a poner la mesa? eso me sería de gran ayuda- Logré observar una sonrisa cálida en su rostro al terminar la frase, así que no lo pensé más y comencé a colocar los platos y cubiertos en la mesa poco a poco hasta que finalmente todo quedó ordenado
Una vez que madre sirvió la comida en los platos y nos dispusimos a comer todos en familia, la incomodidad en la mesa era extraordinariamente densa, no había palabra alguna o siquiera una sonrisa, todo se mantenía en un silencio espeluznante. La comida tenía un sabor simple, no tenía sabores fuertes o algo así, aunque a mi parecer ni siquiera tenía sabor alguno. De todos modos, no me pondría de quisquilloso solo por eso, después de todo fueron ellos los que me adoptaron y quería mostrarme agradecido.

En cuanto a la relación con mi familia, no hay mucho por decir, debo admitir que sorprendentemente conectamos bastante bien entre todos después de un corto tiempo, en especial con mis hermanos, encontraba en ellos la comodidad de un hogar... una calidez que no había experimentado hace años.

A decir verdad, creí tener una familia normal e incluso privilegiada. Como una familia bendecida por los Dioses... es decir, tenía una buena vida, unos padres super atentos y amorosos, unos hermanos talentosos, amables y muy guapos, una casa linda en un vecindario tranquilo. ¿Qué más podría pedir? ¡Éramos la familia perfecta! 

Todo lo que intentamos serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora