Angustia/luto/drama/tragedia/relación establecida/hurt/muerte de personaje no canónica.
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Las manos de Hana presionan el pequeño pecho, intentando desesperadamente reanimar el corazón mientras la válvula de oxígeno disminuye la velocidad y los ojos pierden su brillo como una estela apagándose en el horizonte.
— No, por favor — Gai solloza, con los mocos escurriendo por su barbilla y las lágrimas obstruyendo su vista hasta el punto que lo hace sentir desesperado. — Resiste, amigo, ¡resiste un poco más por favor!
Los ojos oscuros y pardos de Pakkun se fijan en él, observándolo por un segundo, un último y largo y doloroso segundo como si pidiera perdón por no ser más fuerte o como si le pidiera perdón por todo lo que su muerte significará.
Luego, sus ojos miran a Kakashi. El último vistazo de un amigo a otro, y su cola se agita lo mejor que puede en un adiós y en un gracias. Quizá, incluso, en un "te quiero".
Incluso al final Pakkun no confía en nadie más que en él.
La mano de Hana presiona más desesperadamente el diminuto corazón, bombeando, intentando que vuelva a su ritmo otra vez, intentando que el pelaje permanezca cálido y que los ojos sigan mirando a su viejo amigo tanto como todos saben que es imposible.
Finalmente, Pakkun deja de respirar.
La mano de Kakashi se aparta lejos de la patita de Pakkun y al mismo tiempo Hana se inclina para quitar la mascarilla de oxígeno e intentar la reanimación ella misma. Uno. Dos. Tres veces.
Y luego el chakra familiar y cálido de Pakkun se evapora a su alrededor como una vela que alguien sopla. Se desvanece, se escurre hacia algún lado donde no la pueden detener, tan injustamente como si jamás hubiera existido, de un modo que lo desgarra, de un modo que lo hace negar y preguntarse cómo se sentía incluso si lleva solo un segundo de haber muerto.
Su vida, su espíritu, su voz, su risa, su esencia, su presencia, su calidez. Todo se ha ido.
— Lo siento mucho, Hokage-sama — Hana dice, soltando el cuerpo de Pakkun y mirando el cadáver con un rostro lleno de arrepentimiento y dolor, como si realmente hubiera podido solucionar esto y hacerlo más rápido.
Como si Pakkun no hubiera sido un perro viejo, adolorido, cansado, lleno de enfermedades propias de su edad que lo habían hecho estar en cama los últimos, solo gimoteando a los pies de Kakashi mientras avecinaba su muerte con tanta seguridad con la que avecinó todas las guerras.
— Lo siento, Gai-San — Hana murmura un momento después, pero Gai mantiene sus ojos sobre su pequeño amigo, todavía incapaz de creerlo, todavía manteniendo la esperanza de que su corazón vuelva a latir y de que sus párpados se abran y de que le dé una de esas miradas aburridas mientras le pide mucha carne para el desayuno.
Pero Pakkun no reacciona. Pakkun no vuelve. No hay milagros. No hay segundas oportunidades. Y Gai jadea y se inclina sobre el pequeño cuerpo, recargando su frente en su pecho diminuto y murmurando un par de gracias infinitos que nunca se cansó de decir. Pakkun y él siempre fueron el equipo de rescate para los ánimos de su Rival. Pakkun fue un ancla que mantuvo a flote el corazón de Kakashi. Era su amigo, su hermano, su colega, y Gai no sabe que hubieran hecho sin él.
Y obviamente, eso solo significa que todo esto es peor para Kakashi. Su Rival amaba a Pakkun.
Y ahora, Pakkun ya no existe.
— Kashi... — Gai solloza y se limpia las lágrimas, extendiendo una mano hacia atrás como si creyera que Kakashi está ahí, que está llorando, que está en pánico y que probablemente está sufriendo tanto que no puede hablar.