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Rian O'Neill acaba de irrumpir en mi cuarto.

Parpadeo al leer a escondidas el mensaje de mi reloj inteligente.

Uno de los protas de tus libros ha venido a verte. Es irlandes, creo que te conoce. Me lo acaba de envíar mi compañera de habitación, Louise.

No debería preocuparme por eso en este momento, sino por rellenar los folios que tengo enfrente, que contienen las preguntas de un examen que debimos haber hecho el jueves pasado. El profesor Roberts cayó enfermo, una especie de virus infantil que provoca fiebre alta y llagas en la boca, un bonito obsequio de la guardería de su hijo que le impidió venir a examinarnos. Al parecer, decidió posponer la prueba para hoy, el primer día de las vacaciones de Navidad. Sin embargo, no me enteré de ese cambio hasta esta misma mañana, cuando un mensaje de una compañera de clase me hizo sospechar que me estaba perdiendo algo.

Pero lo hago. Miro el examen y no veo las letras sino el desastre que dejé atrás cuando salí corriendo. Ropa sucia enredada en un rincón de la habitación, prendas recién recogidas arrojadas sin orden sobre la cama. Ambos montones incluyen bragas y sujetadores en exceso, porque una no se va de vacaciones con ropa intima vieja e intentaba decidir cuál me llevo. Los restos de mi desayuno reposan en la bandeja que he dejado encima de mi escritorio. Los cabellos que se me han caído al lavarme la cabeza y peinarme en la ducha esa mañana, están pegados en la baldosa y, con un gesto de dolor, temo haber dejado el envoltorio de una salvaslip sobre la tapa de la cisterna. Anhelo con todas mis fuerzas que Rian que no entre en el baño, aunque es poco probable, considerando que me esperará allí durante horas.

Muero de vergüenza imaginando lo que debe estar pensando de mí. Procuro volver a leer las preguntas del examen, pero estoy demasiado agitada. No debería, es muy buen amigo de mi hermano, no tanto mío. Solo le hace el favor de recogerme y llevarme hasta el aeropuerto. Puede que compartamos coche en Dublín también, no lo tengo claro. Lo que sé es que no había planeado cruzar la frontera de aguantar su erizada personalidad durante diez horas a que me conozca íntimamente. Y ser juzgada, porque Rian juzga mucho.

Ahora tengo que dejar de imaginarlo entre mis cosas y concentrarme en el examen. Respiro hondo, alejo la imagen mental de Rian a un rincón recóndito de mi mente y leo la primera pregunta del test.

"El en transporte aéreo internacional, el CMC (Crew Member Certificate) es usado por la tripulación para identificarse: A) y solo válido cuando se muestra con la licencia de tripulación correspondiente. B) y solo es válido cuando se muestra un pasaporte en regla. C) y solo válido en su aeródromo base.

Nada como opciones tan similares para hacer que tu mente deje de divagar. Pero ni eso me salva.

Él está estudiando magisterio en Providence, su Universidad queda a menos de una hora de mi academia en Boston, recuerdo. A pesar de la cercanía, nunca nos vemos. Nuestras familias están muy unidas desde que nuestros padres se conocieron trabajando en el restaurante de Trinity College en Dublín y se hicieron amigos inseparables. De nuevo, eso no significa que Rian y yo tengamos que ser inseparables. De hecho, nunca ha sugerido que quedemos para vernos ni aun estando los dos tan lejos de casa y tan cerca el uno del otro.

Me froto las sienes y suspiro.

Que se quede con su ego, decido. Me da igual lo que piense de mí. Aprieto los dientes y regreso al examen.

Me cuesta casi dos horas acabarlo. En el camino de vuelta al piso repaso las respuestas que he dado para convencerme de que el test está aprobado y podré disfrutar con tranquilidad de las vacaciones. A pesar del estrés de haber tenido que salir corriendo para hacerlo, me alegro de que no lo hayan dejado para la vuelta porque dos semanas son suficientes para olvidar una buena parte de lo aprendido.

Fantasias Navideñas por Haimi Snown y Beca AberdeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora