Selene en Thaebiss

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Selene Akrontheros, la hechicera mental.

Ubicación: Isla de Thaebiss.

La hechicera mental, Selene Akrontheros, descendió de un salto del navío de fondo cóncavo y disfrutó la sensación de la arena que acariciaba las plantas de sus pies. Durante un mes, la escuadra de tres barcos había navegado por las diversas islas del imperio hasta llegar a la isla más austral, conocida como Thaebiss.

En aquel momento, Selene recordó lo que sabía acerca de aquel archipiélago. Antiguamente, perteneció al imperio de las esfinges, pero hace más de 2450 años, una guerra destructiva con la antigua Griexia llevó a la destrucción de aquel imperio y a la extinción de las esfinges.

«Pero eso es historia pasada», pensó Selene mientras escudriñaba los alrededores.

A su lado pasaron los gemelos Akastrion y Maeneross, ambos hábiles hoplitas que, aunque bruscos en su actuar, la cubrieron. Casi la derriban, pero la intervención de Megara, la dama de armas de Inthara, evitó que su humanidad se encontrara en el suelo de suave arena nívea.

—¡Hoplitas! Deben tener cuidado con sus acciones —reprendió con severidad la estratego de aquella misión encargada por Barrenwier, el magno emperador de Griexia—. Casi derriban a nuestra sabia ¿Está bien, señora?

—S... sí, estratego —respondió Selene, algo asustada—. ¡Aedo Héctor! —llamó a un joven de cabellos negros y desordenados, quien corrió para reunirse con el grupo.

—Dime, mi señora.

—¿Qué sabemos de este lugar? —preguntó Selene, con una mezcla de ansiedad y alegría.

—No mucho, solo que esta fue la ciudad capital del extinto imperio de las esfinges y que dentro de alguna de esas diez pirámides se encuentra un artefacto que ayudará al imperio contra la mancha herética.

Selene inhaló con fuerza, luego exhaló el aire muy despacio. Entonces, examinó de nuevo el lugar y señaló un espacio al lado de un imponente obelisco fabricado de cuarzo, mismo que tenía aproximadamente 50 metros de altura y 10 metros de base.

—Allí acamparemos, estratego, indicó con un tono de voz que revelaba su alegría.

—Como ordenes, señora Akrontheros. Maeneross, trae a Saerindross, el explorador, y a Caeliope, nuestra sacerdotisa-guerrera de Inthara.

—Así lo haré, estratego.

Mientras los demás soldados terminaban de montar el campamento, el grupo de Selene discutió cómo llevar a cabo la expedición, pues nadie sabía qué encontrarían en aquella ciudad en ruinas. Mientras tanto, la luz del sol poniente, de un azul radiante, se reflejaba en el obelisco. Contrario a lo que Selene esperaba, la luz no formó el velo de la diosa Aeris Angelos, sino que creó un único haz de luz blanquecina. La hechicera mental quedó sorprendida y corrió hacia una columnata que se encontraba a unos 100 metros.

Selene Akrontheros, la hechicera mental.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora